Un secreto guardado por amor
Una vez vino a mi consultorio una pareja de ancianos, traída por la esposa de un amigo de años; la idea era que yo tratara a la señora con Flores de Bach para que recuperara su ánimo de vivir. Para un mejor diagnóstico, más preciso y rápido, le tiré las cartas a fin de observar su actitud ante la vida y seleccionar cuales de las 38 flores eran las más convenientes para tratar su estado de abandono.
El esposo la acompañaba y noté que estaba sumamente atento y preocupado por cada detalle; su actitud corporal me lo indicaba, hacía esfuerzos por no perderse una palabra mía ni un solo gesto. Él quería saber, él estaba muy preocupado aunque no lo manifestaba verbalmente. La actitud corporal de la señora, en cambio, no mostraba interés, y me escuchaba más por respeto que por intención de entender lo que le decía.
Me encontré en una situación muy difícil. Pude sentir que si algo inevitable le pasaba a esta señora, el esposo no iba a soportarlo, a pesar de que ella estaba muy tranquila, incluso recordando las épocas en que ella era la secretaria de mi colegio secundario y yo, un alumno más, pero el hijo de sus vecinos.
La tirada de Tarot no reveló ninguna crisis inminente, aunque sí señaló su estado de abandono y su necesidad de estar controlada por un buen consejo médico. Le pregunté si estaba bajo control médico y me dijo que sí, que no le habían encontrado nada preocupante. Me contó de tantos años que ellos estaban juntos, que se acompañaban, como si en vez de una consulta, fuera una reunión familiar entre personas que hacía mucho tiempo que no se veían.
Me concentré entonces en prepararle las gotas con las Flores adecuadas como para darle mayor ánimo y ganas de vivir. En ese momento me llegó la respuesta: sentí que ella estaba entregada, que su Plan de Vida estaba cumplido y que sólo estaba esperando el momento de partir; que en realidad, su charla amena era una despedida. Sin embargo, nada en las cartas me indicaba ningún tipo de desenlace, por lo que esto me confundió un poco.
También sentí la angustia de su esposo, que no decía una palabra. Pero continué haciendo el preparado, y luego de un tiempo de conversación, nos despedimos. La pareja se alejó caminando lentamente, cuidando de sus pasos, como todos los ancianos. Me dije: “si esta señora se va, su marido no lo va a soportar”.
A los pocos días me enteré por el hijo de que la señora estaba internada, y no supe qué decirle. A su esposa, nuera de la señora anciana, le confesé: “las cartas no lo indican, pero está entregada”. Al poco tiempo, cuando encontré a la esposa de mi amigo, le pregunté por la señora… Ella me respondió: “Falleció hace pocos días; y lo peor, mi suegro falleció tres días después”.
¿A donde quiero ir con esto? El Tarot no siempre revela lo que queremos descubrir, porque la ubicación de las cartas está dirigida por el propio consultante; en este caso, ella quiso callar su destino frente a la angustia de su esposo, y por eso no apareció sobre la mesa señalando el desenlace. Tal vez, si hubiera estado sola conmigo, hubieran aparecido las cartas indicando su final.
Hace más de 20 años que trabajo con las cartas de Tarot, y sin embargo, no dejo de maravillarme de la sabiduría y la magia encerrada en ellas; no las veo como figuras, como arquetipos, las veo como seres vivos, como si tuvieran vida, como si pudiera dialogar con ellas… por eso te conté esta historia real. Porque nunca dejo de sorprenderme por la magia de la vida. Seguimos en contacto. Profesor Leo.
Una hermosa e interesante historia, lo que hace el verdadero amor por cuidarse mutuamente…
Gracias; es una historia verídica y reciente.