LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD

Habría que definir el significado de la palabra “Felicidad”, pero más allá que eso, aquí llegamos a un punto en que hay que estudiar la situación. La Felicidad es un estado de ánimo que puede ser alterado por las emociones. ¿Podemos analizar las emociones? La Inteligencia Emocional dice que sí, que tras un proceso razonado se pueden transmutarlas de disfuncionales a funcionales.

Por ejemplo, no puedo limitarme en la vida solamente a lo que me hace feliz, porque necesito temporalmente dejar de ser feliz para cumplir obligadamente con aquello que me permita volver a ser feliz y continuar siéndolo. Se trata de una búsqueda permanente y oscilante, en la que soy feliz por cierto tiempo pero a veces debo desprenderme de esa felicidad.

En realidad, se hace necesario encontrar la manera de manejar esto, y lo ideal sería que no necesitáramos de nada para ser felices, y que uno pudiera serlo cuando quisiera, durante el tiempo que quisiera.

Para eso, la condición es tener siempre presente que…
– Para ser feliz ante las situaciones de la vida, sólo necesitas comprender.
– Para comprender, deberías comenzar por dar siempre la bienvenida a lo que sucede en la vida.
– Pero para lograr hacer esto necesitarás identificarte con el amor, porque el amor es el que mueve los procesos de la vida.

Por lo tanto, sería conveniente diferenciar los procesos externos de los procesos internos, y encontrar la manera de conjugar a ambos con éxito. En forma simple, todo lo externo, tomado en un sentido un tanto simplificado, sería nuestro “Universo”; es decir, TODO lo que no sea uno mism@, lo que no dependa de uno, y lo interno, sería por lo tanto todo aquello que no dependa del “universo” exterior sino del pensar y sentir propio, personal.

En cuanto a los procesos internos, uno puede aprender a ser feliz al conocerse íntimamente, aceptarse tal como uno es, despreocuparse de lo que piensen los demás sobre uno, y estar en contacto con su Yo Interior, en un estado que se conoce como de “contemplación interior” y enamoramiento al percibir las vibraciones de nuestro propio Ser.

Esto se consigue mediante diversos métodos tales como la meditación, la relajación en estado ALPHA, la abstracción de los pensamientos que tienen que ver con todo lo que nos rodea. Podemos comenzar con estos métodos, pero con el tiempo lograremos independizarnos de ellos porque no hay nada más natural que sentirse uno en compañía con uno mismo, en forma instantánea y sin necesidad de otra cosa que estar vivo.

La persona, si quiere, puede tanto levantarse feliz pensando que hoy es otro día en el que va a poder expresarse, en el que va a manifestarse en toda su energía, en el que va a poder participar exitosamente en experiencias que sabiamente tomará como aprendizajes… tanto eso, como acostarse satisfecho de haberlo logrado, parcial o totalmente.

Entre tanto, durante el día, debería dar la bienvenida a todo aquello que llega a su esfera de existencia, de conocimiento, de percepción. Normalmente, hacemos al revés, nos disgustamos porque las cosas no nos salen como queremos, sin ponernos a pensar que tal vez sea mejor que no sea así, porque no es el momento apropiado para el gran reloj del Universo, para el Cosmos, y que de alguna forma, en el futuro, en su debido instante, todo confluirá para que se solucione.

Alguien religioso pensará, en esta situación: “cuando Dios quiera otorgármelo, será el mejor momento para mí”.

A veces me he fastidiado en la ruta porque no he podido pasar a un vehículo que me retrasaba… hasta que más adelante he visto que ha ocurrido hacía instantes un accidente y que tal vez ese pequeño retraso fue el que me mantuvo fuera del alcance del accidente.

Muchas veces me sucede esto, por lo que he aprendido tal como me lo recomendaron repetidamente mis Guías Espirituales, a ser paciente y a dar la bienvenida a lo que quiera venir, con alegría, con optimismo, con aceptación. Sin querer controlar nada, simplemente fluir con ello.

Por lo tanto, la primera parte, el ser feliz por mí mismo, sólo depende de mí. Soy feliz porque simplemente quiero serlo y no dejo que nada externo vaya a interrumpir mi proceso interior.

Decido hoy ser feliz estando conmigo y eso basta. Estamos constituidos de forma tal de no necesitar estímulos exteriores para bañarnos en nuestra felicidad. Esa sensación de bienestar se percibe y puede aprenderse, es decir, puede memorizarse, replicarse y conservarse todo el tiempo que uno desee.

Y si se logra mantenerla lo más posible independiente del exterior, se consigue vivir íntimamente en plenitud con el Yo interior. Es la llamada “paz interior” que deberíamos mantener aislada, independiente e impermeable ante los estímulos exteriores.

Esto debería ser un deber diario, como responsabilidad hacia nosotros mismos; para nuestro beneficio deberíamos prestarnos atención, compartir aunque sea unos minutos con nuestro Yo, cargarnos de energía, compartir la dicha de unir nuestras dos partes constitutivas, la terrena y la energética. De esa forma, podríamos comenzar el día con otro impulso, solo por haber “saludado y abrazado” a nuestro Ser.

Cada vez que sentimos una sensación agradable, como personas, tenemos la capacidad de recordar esa sensación y evocarla; eso deberíamos hacer en cada oportunidad que se nos presente en el día: darnos la felicidad de reencontrarnos y reequilibrarnos, aunque fuera por momentos, y ser felices por sentirnos vivos, pase afuera lo que sea que esté pasando.

En lo externo, lógicamente, el sistema intentará que nos desequilibremos estimulando tanto nuestros deseos como nuestros miedos, generando inquietud en nosotros a fin de que estemos pendientes en la ansiedad de “comprar” sus “soluciones” en un proceso incesante y perverso, al que nos terminamos acostumbrando y al final aceptamos como absolutamente natural.

Así nos inscribimos en la sociedad de consumo, poniendo en riesgo nuestra felicidad interior natural, por ir en pos del humo que se nos vende o que se nos quiere vender con la promesa de que sólo eso nos traerá la felicidad. No podemos controlarla, pero tampoco deberíamos dejar que nos controle.

Todo lo externo está manipulado por el marketing, que funciona bajo un proceso muy sencillo. Intenta generar en uno (y normalmente dejamos que lo consiga) la ansiedad por poseer tal o cual producto o bien, se las ingenia para convencernos de que, los que ya lo tienen, son más felices por el hecho de poseerlo. Y generando en nosotros el “hambre”, la falsa necesidad imperiosa de tenerlo también.

Eso en marketing, lo llamamos “generar el dolor”. Es decir, provocar el sentimiento de ausencia de eso que se nos muestra, como un hueso que se le promete a un perro hambriento mientras que el pobre perro se babea y se desespera mirándolo con ansiedad, “rogando” para que se lo entreguemos. Así, hasta llegamos a rogar para que nos vendan…

Entonces, primero, el sistema genera perversamente en nosotros esa necesidad, la que nos llena de ansiedad y hasta de angustia (haciendo que dejemos de lado esa felicidad que habíamos logrado internamente) y que nos “llama a la acción” que nos sugiere aquel, que dice “ofrecernos la solución para calmar nuestra angustia” a través de adquirir los “beneficios” de su producto.

Las palabras que marco entre paréntesis son las que se utilizan técnicamente en la realidad de este proceso, en los cursos de marketing. Así es como compramos compulsivamente los seres humanos. Así he comprado yo hasta que comprendí el proceso.

Dado que lo exterior no depende exclusivamente de nosotros, por lo tanto, puede oscilar en desequilibrios intermitentes, pero su efecto sobre nosotros puede moderarse a voluntad si permanecemos interiormente en equilibrio. Si bien, no podemos controlar el exterior, sí podemos regular el efecto que dicho exterior pretenda ejercer sobre nosotros.

Del mismo modo, respecto de las situaciones difíciles, si lográramos responder a esos estímulos espúreos del exterior con aceptación y con alegría, entonces nos haría feliz transitar por estas crisis mirando hacia adelante (y no concentrarnos en la crisis sino en los beneficios de la solución).

Deberíamos en este caso sentirnos bien al poder accionar comprendiendo que los sucesos de la vida son experiencias que debemos transitar, porque hacen a nuestra evolución como personas. Tal vez si hiciéramos nuestro trabajo no solamente por una remuneración, y el realizar ese trabajo nos produjera felicidad al hacerlo con alegría, también tendríamos otro motivo para sentirnos felices.

En el consultorio hay a veces personas que me dicen que hacen tal tarea porque les reporta un sueldo pero no les gusta hacerlo o no los satisface, no los realiza. La solución sería que cambiaran su mirada y comprendieran la importancia de lo que hacen, y lograran hacerlo con entusiasmo y alegría, no por el dinero sino por la satisfacción de haberlo hecho.

Pero si esto no resultara posible, entonces lo que se puede hacer es ocupar algo de su tiempo libre en una actividad que sí les guste hacer y que les reporte bienestar anímico, y si es posible, también económico.

Entonces, en resumen ¿Qué nos impide estar internamente en equilibrio y felicidad? Nuestras propias angustias, nuestras creencias, nuestros miedos, nuestros propios desequilibrios emocionales originados en un mal manejo de nuestras sensaciones, y generalmente provocados ex-profeso por el entorno. Pero este desequilibrio depende de que lo dejemos actuar sobre nosotros o que lo filtremos, lo que nos convierte en nuestros mejores amigos o en nuestros peores enemigos.

¿Cómo neutralizamos estos hechos negativos? Dándoles la bienvenida y comprendiéndolos, aprovechando su propia energía como un yudoka lo hace con los impulsos de su contrincante. Si cometiéramos el error de oponernos como un karateca, le estaríamos cediendo parte de nuestro propio poder dándole una importancia que no merece y que nos drena energía.

En lugar de luchar por triunfar en la vida, deberíamos acompasar a la vida, como quien cae a un río y se limita a flotar y dejarse llevar por la corriente hasta alcanzar la orilla en algún punto, no importa donde, pero a salvo en tierra.

Entonces, en resumen… ¿Necesitamos algo para ser felices o tenemos en nuestro propio ser todo lo necesario para serlo? Cada uno debería replantearse cómo acomete su diario vivir y decidirse por lo que más le conviene; esto lo dejo, para quien acepte reflexionarlo, como tarea para el hogar bajo su propio criterio.

A la pregunta: ¿Es posible ser feliz sin elementos externos, sin apegos, sin necesitar que otros “nos hagan” felices? cada quien puede decidir dar su respuesta personal, pero los elementos ya están planteados aquí. Falta sólo aplicar el discernimiento.

Bendiciones. Leo

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