¿PREJUICIOS SÍ O PREJUICIOS NO?
¿Nos puede ser útil un prejuicio? En una primera instancia, deberíamos decir que no; pero tal vez analizando mejor la cuestión, la respuesta no aparecería tan directa. Esto no dependería del tipo de prejuicio sino de la actitud con la que consideremos a ese prejuicio. Es muy conocido el concepto popular de que deberíamos liberarnos de los prejuicios si queremos avanzar en la vida. Eso suena a ser cierto; pero bajo otras condiciones puede que no sea tan dramático.
Para documentar el análisis primero deberíamos preguntarnos ¿Qué es un prejuicio? Se llama “pre-juicio” a una opinión (juicio) que nos hemos formado con adelanto (pre) a una situación; es decir que representa un concepto preconcebido, que por lo general resulta negativo sobre dicho asunto.
Así, en la consideración del prejuicio, hemos decidido con antelación que tal cosa o tal otra, resultará en algo positivo o más frecuentemente en algo negativo. El prejuicio puede convertirse, con el tiempo y la falta de análisis, en una creencia; o sea, la opinión preconcebida puede llegar a volverse algo instalado como verdadero, es decir, como algo que se admite literalmente. Entonces ¿Qué es una creencia? Una creencia es una idea que puede ser asumida como cierta, pero ya sin necesidad de cuestionar su veracidad.
Sabemos que el cerebro humano no puede emitir un juicio valedero sobre algo que no conoce; es decir, no podemos formarnos una opinión cierta sobre algo que previamente no hayamos tenido alguna información sobre su realidad.
Sin embargo, podríamos tener miedo a los fantasmas aún cuando nunca hayamos visto a un fantasma, tal vez porque hemos escuchado a veces que la gente normalmente siente miedo cuando ve, o cuando cree ver un fantasma.
Pero eso no es un juicio, no estamos juzgando algo que tenemos entre manos, que podemos ver, tocar y comprobar, sino que estamos poniendo fe en las palabras de otro, por lo que se trata entonces de una creencia instalada por otro, que es muy diferente a un prejuicio.
Para que haya un prejuicio sobre un hecho necesariamente tenemos que tener algún grado de conciencia sobre el mismo, lo que nos permitiría hacer alguna clase de juicio previo sobre sus resultados. Este juicio previo puede estar fundamentado por una experiencia anterior o simplemente hacerse sobre algo imaginario.
Volviendo al prejuicio, entonces, a diferencia de la creencia, esto nos muestra que antes del pre-juicio debió existir alguna vivencia que dejó algún conocimiento a raíz del cual, en la próxima oportunidad que se presente algo similar, emitiremos un pre-juicio sobre la situación basándonos en la experiencia sobre el hecho anterior sin cuestionar si es válido o no, o si cabe cierta comparación o no.
¿Pasar con miedo debajo de una escalera es un prejuicio? Normalmente, se trata de una creencia tal vez por haber escuchado que alguien dijo que “trae mala suerte”. Pero si al pasar por debajo, alguna vez se nos hubiese caído encima la escalera, entonces ya no sería una creencia sino un pre-juicio acerca de pasar por debajo: en tal caso, estaríamos considerando seriamente la posibilidad de que nos vuelva a pasar lo mismo.
Entonces… ¿Sirve el prejuicio o no sirve? Primero consideremos que no nos sirve, cuando por ejemplo no volvemos a pasar nunca más bajo una escalera porque una vez hemos tenido una situación desagradable al hacerlo.
Ese prejuicio sólo se transforma en un temor que representará un “fantasma” creado por nuestros recuerdos, que nos impedirá tomar una decisión y de ese modo, limitará nuestro libre accionar cada vez que enfrentemos dicha situación.
Normalmente acumulamos prejuicios todo el tiempo: que aquella inyección nos va a doler, que salir a caminar solos es un peligro, que la noche oculta misterios que el día no tiene, que si guardamos dinero en el banco seguramente que de alguna forma el banco se va a terminar quedando con él (ésto ya ha dejado de ser un prejuicio para transformarse en una certeza, en muchas ocasiones).
Sin embargo, los prejuicios pueden ser útiles en el caso de que respondan a experiencias negativas anteriores que nos lleven a esgrimir una actitud de prevención; en este caso, hay cierto precedente que nos alerta y puede ayudarnos a ser prudentes y no cometer el mismo error. Allí, el prejuicio se volvería funcional.
En resumen, el prejuicio no resulta bueno ni malo, sino que dependerá de cómo lo utilicemos, funcional o disfuncionalmente. Disfuncionalmente sería el caso en que por temor, tener ese prejuicio no nos permitiera llevar adelante alguna acción que de hacerla, nos beneficiaría. En tal caso, estaríamos limitados por el prejuicio, y esa actitud no sería positiva.
Funcionalmente, podríamos utilizarlo como señal de alerta que nos indique la posibilidad que en esta ocasión similar, o con alguien similar, nos vuelva a ocurrir la misma cosa. Si aún así, decidimos seguir avanzando pero manteniendo las debidas precauciones, ese prejuicio nos puede ser de utilidad.
Por ejemplo, las tácticas de guerra se diseñan en base a las probables situaciones a las que el soldado se deberá enfrentar en el combate, basándose en hechos ya conocidos o bien, estratégicamente pensados en base a posibles futuras situaciones a enfrentar. El prejuicio en tal ocasión, es decir considerar la peor posibilidad, puede llegar a salvar la vida al soldado.
Yendo más allá todavía, la mayoría de nuestros actos diarios están teñidos por experiencias anteriores, y cómo decidamos aprovechar dichos acontecimientos sólo depende de nosotros. En otras palabras, todo se encuentra dentro de nosotros mismos, la asimilación como experiencia o por el contrario, como trauma, nuestra prisión o nuestra libertad, nuestra pérdida o nuestro beneficio; que la situación se vuelva disfuncional cuando no la manejamos, o bien, funcional cuando sabemos cómo hacer para obtener el provecho que pueda otorgarnos, aún cuando una experiencia similar anterior haya dado resultados negativos. ¿Aún crees que siempre los prejuicios son negativos?
El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
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