LO QUE APRENDÍ CUANDO MURIÓ MI PADRE

Muchas personas que han perdido a su padre o a su madre, entran en un estado desmejorado y desesperanzado porque extrañan su presencia, tal como si de pronto faltara algo importante en su vida que les quitara fuerzas para avanzar por sí mismos.

Todo tiene una razón y si se sabe comprender, existe un beneficio oculto en cada hecho, por lamentable que sea. Está en nosotros volver funcional lo disfuncional y trascender el limitado concepto humano de lo bueno y de lo malo. La ausencia de uno de los padres pone en relieve que el hijo asciende en cuanto a responsabilidad en la escala familiar; es un relevo obligatorio que el hijo se ve obligado a hacer en su papel como integrante de la familia.

Permítaseme contar un caso que viví en forma personal, que puede servir de ejemplo dado que soy testigo vivo de ello. Un día hace años, yo desperté de mañana como de costumbre, me senté en el borde de la cama y quedé unos momentos reflexionando, como ha sido natural durante años todos los días de mi vida.

Desde que era pequeño, ocho años, recuerdo que mi madre solía encontrarme a la mañana sentado en silencio en el borde de la bañadera y sorprendida me preguntaba qué era lo que estaba haciendo y yo sólo le respondía: “meditando”; por suerte nunca me preguntó qué significaba eso, porque yo no habría sabido explicarlo en ese entonces.

Pero aquel otro día, ya a los 40 años, me alertó una sensación nueva y así se lo comenté a la que en ese momento era mi pareja, aunque sin saber exactamente la razón, pero de pronto me sentía rejuvenecido, liberado, independizado, como si me hubiera quitado un peso de encima.

Pasaron los días y me acostumbré muy cómodo a mi nueva situación, pero pronto dejé de darle importancia a dicha sensación, ya que la incorporé como algo natural, y continué con mis actividades de costumbre, pero tal vez con algo más de seguridad y empeño.

A los 15 días de esto, recibí un llamado de mi madre diciéndome que mi padre había fallecido, pero justo había sido en esa mañana en que me había sentido distinto. Nunca le pregunté el porqué había demorado tanto en avisarme, siendo que tan sólo tenía que levantar el teléfono y comunicármelo, pero así como yo ya sabía que sus razones debía tener, también sabía que tarde o temprano yo iba a descubrirlas.

Ese mismo día del fallecimiento de mi padre, una cuñada mía que se encargó de comunicarle la noticia a los demás familiares, fue detenida por mi madre para que no me avisara, y más tarde, al encontrarse conmigo mi cuñada con cierta culpa no pudo soportarlo y me contó la situación, pidiéndome disculpas por no poder hacerlo y relatándome que había sido impedida por expreso deseo de mi madre.

Más tarde, conociendo bien a mi madre y la relación que nos unía desde vidas anteriores, comprendí que mi madre necesitaba esos 15 días para poder lograr unos trámites legales a fin de que yo no pudiera hacer ningún reclamo sobre la herencia correspondiente de mi padre, lo que con el tiempo constaté por su propia manifestación al negarme todo derecho.

Pero estos manejos se refirieron al dinero y propiedades que yo nunca reclamé a pesar que me correspondía por ley ya que como siempre, estaba seguro de arreglarme por la mía y ese dinero no significaba nada para mí. Afortunadamente siempre he poseído la plena capacidad de generarlo con la satisfacción adicional de ser lo que sea que soy y tener lo que sea que tengo, pero por mérito personal, lo que me hace sentir orgulloso de mí mismo.

Tras el deceso de mi padre, decidí conseguir sus datos natales y realizar el diagrama de su Carta Natal, y en sólo 30 minutos, comprendí sin ningún rencor todo aquello que había aceptado y sufrido en silencio durante 25 años, respecto de sus maltratos conmigo y sus negaciones hacia todos mis proyectos, fueran cuales fueran.

Recuerdo que en ocasiones yo proponía algo y eso era sistemáticamente negado; entonces, al tiempo, proponía exactamente lo contrario y también era negado, lo que me convenció que debía abandonar mi hogar lo antes posible y hacer de mi vida lo que quisiera, en pleno convencimiento, alegría y plenitud.

Volviendo al relato, me llamó la atención que justo ese día que él ya no estaba físicamente, no me sentí triste sino liberado y rejuvenecido; había desaparecido esa presión siendo reemplazada por el alivio como cuando uno apaga una radio que ya le resulta imposible de soportar escucharla.

Recién cuando uno entra en silencio, allí se da cuenta de lo que estaba pasando al ser invadido por el sonido estridente o la música distorsionada del momento, o a veces, también puede ser, por la presencia imponente de una persona.

A través de mi análisis de la Carta Natal de mi padre, relacionándola con la mía, recién entonces yo terminé de comprender la relación que nos unía. En mi Natal, existía de nacimiento una restricción que era necesario experimentar en los primeros años de mi vida, puesto que así era mi Plan, y que me fue muy difícil de sobrellevar pero que me había permitido volver resistente a mi personalidad, y había estado representada por la negación de mi padre ante todos mis intentos y proyectos.

Como ya he explicado en otros artículos de este mismo blog sobre cómo elegimos a los padres antes de nuestro nacimiento, yo había necesitado experimentar en esta encarnación tales limitaciones que me habían conformado como sumamente fortalecido ante los impactos y persistente ante las piedras en mi camino, que mi padre se encargaba de poner mientras estaba vivo.

Aún más, mi padre era boxeador amateur y acostumbraba a golpearme mientras yo era niño, por cualquier razón que surgiera o que fuera sugerida por mi madre; ésa era su forma de dialogar conmigo. Es decir, cuando me golpeaba yo entendía que para él, algo que yo había hecho estaba mal; cuando me escapaba de la golpiza, eso otro no era tan grave. Fácil de comprender sin mayores complejidades.

Más tarde, mediante Regresiones, analicé los contactos que habíamos tenido en vidas anteriores con ese ser que en esta encarnación yo había elegido como padre, y todo me cerró; acepté, comprendí y agradecí a su presencia y su aporte en esta encarnación.

Yo necesitaba a alguien que me formara y me contuviera a fin de endurecerme y adiestrarme como cuando uno se coloca pesas en los pies y sale a trotar, y para ello había elegido a ese ser que antes que yo terminara de expresar lo que deseaba hacer, ya estaba amenazándome con un “No”.

“Lo que no me mata, me fortalece” es la frase tan conocida y cuestionada de Friedrich Nietzsche, filósofo alemán nacido en octubre del 1800, y que siempre debí asimilar en cuanto a su parte funcional y beneficiosa hacia mi vivir.

Sufrí la incomprensión, pero mi padre no me mató, sino que me fortaleció; me preparó sin yo saber qué era lo que lo motivaba, para que yo resurgiera cuando fuera liberado, en capacidad de soportar grandes penurias posteriores y salir adelante a pesar de ellas, aprendiendo asimismo a controlar mi natural agresividad.

No necesariamente resulta ser que “de padres golpeadores, hijos golpeadores” pues mis hijos no pasaron por ello. Mi padre actuaba como un “sparring” necesario (como ya dije, él era boxeador amateur) que me entrenó para triunfar en las batallas finales en las que tuve que enfrentar yo solo ante los fuertes golpes de la vida.

Él había sido sufrido por mí en esta encarnación como un enemigo y sin embargo, descubrí al final cuando ya no estaba, que fue un gran amigo cuya participación en mi vida no me cansaré de agradecer.

En vidas anteriores habíamos sido cercanos, y en otra cierta oportunidad, yo fui muy represor con él en una vieja encarnación, por lo que en esta vida, a pesar de mi corta edad, analizando y comparando las Natales de ambos descubrí que a pesar de yo ser sólo un niño, él sentía miedo ante mi presencia, y por eso, al no saber cómo reaccionar se negaba a dejarme que me manifestara libremente.

Durante casi 40 años había odiado en vida a mi padre al extremo grado de esperar su muerte, y los últimos 10 años dejamos de hablarnos cuando yo ya siendo padre, intentó darme órdenes con su mal modo ante mi propia familia, tal como era su costumbre, lo que yo en ese momento ya no soporté y simplemente callando puse límites de por vida: me despedí en silencio, pero hasta nunca.

Por supuesto, mi padre se fue sin que pudiéramos despedirnos, pero en esos 30 minutos posteriores de análisis natales, comprendí el porqué alguien como él había sido absolutamente necesario en mi vida y desde ese momento no he dejado de sentirme agradecido, al mecanismo de la vida y a la participación de quien fue ahora mi padre en mi drama personal.

Y aprovecho en este artículo ya que no puedo menos que rendirle mi homenaje y mi agradecimiento; sé que volveremos a encontrarnos y que entonces, ya cumplida la función necesaria, estaremos libres para ser grandes amigos, o nuevamente, amorosos familiares.

Muchos de los potenciales de su Natal fueron absorbidos por la mía, yo necesitaba de su presencia, de su carácter duro y también de su laboriosidad, de su independencia y de su simple alegría de vivir, y por eso lo elegí y no puedo menos que estarle muy agradecido por haber aceptado participar en este juego misterioso que es la vida, a fin de que yo pudiera manifestarme y formarme apropiadamente.

Tal vez él no me haya enseñado nada porque se volvía muy difícil relacionarnos, pero permitió que yo aprendiera mucho de él, sobre todo componentes energéticos que hoy son vitales para mi sobrevivencia; sin embargo mantengo presentes muchas imágenes gratas de otras vidas, en las cuales estuvimos mejor relacionados y hasta recuerdo su figura a caballo en otras encarnaciones, usando su viejo sombrero de paja y conversando amigablemente conmigo.

Ahora bien, en otros casos, he presenciado en mi consultorio y en la vida externa, cómo otras personas sufren horrores por la falta de uno de los padres. Esto se debe a que la presencia física del padre o de la madre, brinda vibraciones que la persona recibe y que a veces no aprecia y valora hasta que un día le falta, como en mi caso aprecio el silencio y el alivio recién al poner en “mute” al TV durante una pauta publicitaria estridente.

El cuerpo físico del ser, estando vivo, funciona como una antena viviente y vibra ante los influjos del Cosmos, retransmitiendo, en este caso, tanto hacia los hijos como a otras personas de su entorno; de esa forma a sus hijos les brinda capacidad para sobrevivir siendo su padre, o fortaleza y equilibrio emocional siendo su madre.

Muchos no entienden las palabras de Bert Hellinger cuando se refiere a que cuando el individuo no registra la presencia de la madre, aunque la tenga a su lado, su estado emocional y su capacidad de amar se ven limitadas.

No se refiere a que deba estar la madre permanentemente al lado, sino que la persona necesita absorber los potenciales femeninos de parte de su madre, esté viva o no, esté a su lado o no, para registrar en su psiquis las cualidades emocionales que necesitará para brindarse en su propia vida personal.

Necesita su vibración, tal como la necesita un cachorro que debe permanecer indefectiblemente al menos 45 días junto a su madre para más tarde lograr madurar emocionalmente sin dificultades.

Muchas personas ya saben que gatitos o perritos que han sido separados de sus madres antes de esos 45 días, tendrán futuros problemas de comportamiento siéndoles muy difícil madurar.

Lógicamente, les ha faltado tiempo para absorber la vibración apropiada y no han tenido la oportunidad de hacerse de ella en grado suficiente, lo que redundará en serios problemas de comportamiento para el resto de su vida, si bien solucionables por un especialista, pero no fácilmente.

Lo mismo sucede a la inversa cuando una gata o una perra queda preñada y tiene cachorros, en ese caso su maduración será completada al ser madre y cambiará sus hábitos volviéndose más seria y responsable en los comportamientos domésticos.

En resumen, entonces, todos los seres vivos necesitamos “heredar” componentes natales energéticos de nuestros padres, y a su vez, manifestarnos como padres ante nuestros hijos, porque los padres necesitan expresarlos y transmitirlos ya que de no ser así, existirá una frustración que será llevada a otra vida, o transmitida energéticamente a sus hijos y nietos, en la imposiblidad de ser resuelta.

Esto se comprueba fácilmente en las reuniones de Constelaciones Familiares en las que se detecta el desorden familiar y la falta de reconocimiento en la energía familiar, no sólo en familia cercana sino también con los ancestros, lo que trae problemas inesperados a las personas hasta que estos asuntos no sean resueltos y equilibrados adecuadamente.

Cuando uno de los padres falta físicamente, más allá de la pena que experimente cada quien, desaparece esa energía que resuena en la familia y si sus integrantes no realizan el proceso de recibirla, aceptarla, agradecerla, honrarla y despedir con reconocimiento al que parte, esa carencia originará interrupciones y dificultades que serán transmitidas de generación en generación hasta no ser reconocidas, reinstaladas y equilibradas.

De esta forma no solamente sanan los seres vivos, padres e hijos, sino que los que han partido también reciben el reconocimiento de haber cumplido su parte en el trato y la energía familiar se recompone, para bien de todos.

Así funcionamos en este plano físico ante las necesidades energéticas, por lo que quien se niega a ver un poco más allá, de lo mental hacia lo espiritual, de la piel para adentro, lamentablemente se está perdiendo de potenciales que le beneficiarían de ser admitidos en su futuro como persona, lo que necesariamente deberá solucionar si quiere recomponer su destino.

Así, de esta forma comprendí el porqué de la difícil vida personal de mi padre, y a través de ella, la de mi madre, y finalmente todo esto ayudó a clarificar las claves de mi propia existencia, para mi beneficio y el de ellos aunque no estemos materialmente juntos hoy.

Yo pude sanar mis falencias y a la vez, ayudé a sanar la relación con ellos; pero es importante saber que no necesitamos de su participación personal para realizar la sanación, ya que cada uno debe asumir su responsabilidad familiar y no podemos hacernos cargo del karma ajeno, pero sí podemos facilitar las condiciones para la sanación y la reconciliación poniendo orden en el funcionamiento energético familiar.

Reconocer, agradecer y honrar; simple de comprender, pero es lo que aprendí recién cuando murió mi padre.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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