LA ACTITUD MÁS BENEFICIOSA
Cuando sus fanáticos lo despidieron antes de tomar el avión, calurosamente le deseaban suerte, pero él se detuvo un momento, los miró a los ojos, hizo un instante de silencio y respondió:
– “Gracias, pero la suerte es para los mediocres, los mejores buscamos el éxito”.
En mi vida, ya después de 40 años de docente en distintos medios oficiales y privados, tanto como dependiente así como independiente, he tenido infinidad de oportunidades de presenciar multitud de éxitos y fracasos, y eso me ha llevado muchas veces a preguntarme “¿Cuál es el secreto del triunfo y del fracaso en la vida de una persona?”, “¿Cuál es el secreto del éxito?”.
Cuando un grupo de alumnos comienza uno de los cursados técnicos que dicto, yo me pregunto cuáles de ellos serán los que terminarán exitosamente, y de ésos, cuántos serán los que trabajarán en el oficio; y también cuántos de los que trabajen tendrán éxito realmente.
Como en todo medio educativo, hay deserciones, y aún cuando terminan aprobando el curso, hay un porcentaje que no ejerce y de aquellos que ejercen, también hay un porcentaje que triunfa en lo suyo y que muchas veces, para mi gran satisfacción, los reencuentro por cosas de la vida y observo que han progresado. Sé que parte de ese éxito ha sido mi éxito, pero indudablemente esa persona puso algo de sí para que la fortuna le sonriera.
Esto señala que hay distintas posibilidades, que algunos catalogan como “tuve suerte” y también en otros casos “no tuve suerte”, siendo que, como dijera sabiamente aquel deportista cuando le deseaban suerte: “La suerte es para los mediocres”.
Esto significa claramente una separación entre los mediocres y los mejores, y yo personalmente no creo en la suerte como beneficio caído del Cielo sino en el esfuerzo en buscar de todas las formas, el éxito. Es más, cuando una vez, desempeñando una tarea técnica, yo leí las instrucciones de un manual en inglés y eso determinó que encontrara la manera correcta de resolver el conflicto, alguien de mis compañeros, con la mejor voluntad expresó:
– “Qué suerte que tienes de saber inglés”. En ese momento, sin reflexionarlo, yo me sentí fastidiado en lugar de complacido. Y sin pensarlo demasiado reaccioné y le respondí:
– “Es la misma suerte que tú tienes de saber manejar una pelota cuando juegas al fútbol”. Él me miró sin comprender y entonces aclaré, tratando de suavizar mi respuesta dado que las palabras de mi compañero no habían sido dirigidas para molestarme:
– “Mientras luego del colegio te ibas a jugar y a patear la pelota, yo me quedaba en casa estudiando inglés; hoy, tú tienes la suerte de saber jugar mientras yo tengo la suerte que conozco el idioma; hemos dirigido nuestros esfuerzos en distintas direcciones y eso ha determinado diferentes resultados”.
Regresando al tema de mis alumnos de los cursos técnicos, durante mucho tiempo (hace 40 años que ejerzo esta ocupación como capacitador en oficios técnicos) noté tras observar sus desempeños profesionales que he llegado a conocer muchos excelentes mecánicos y electricistas y sin embargo sus éxitos personales son discretos, mientras que otros que no están tan excelentemente capacitados, han obtenido mejores resultados en su progreso comercial y personal.
Analizando la problemática descubrí que existía un componente en los exitosos que no poseían los restantes, y no se trataba solamente de poner empeño en el trabajo ni de la cantidad de horas trabajadas. Mi permanente curiosidad me decidió insistir hasta descubrir cual era ese componente y cómo hacer para adicionarlo, por dos razones: una, tal como imagino que se siente una gallina con sus pollitos, yo quiero dar lo mejor para mis pollitos, y por otro lado, lo quiero comprender para potenciar mi propio progreso.
Luego de creer descubrirlo, decidí invertir en un período de prueba para comprobar los resultados reales, por si solamente había sido producto de una creencia o de una autoconvicción, hasta que comprobé personalmente su efectividad con cierta alegría al darme cuenta que inconscientemente yo estaba aplicando esos principios en mi propia vida desde hacía mucho tiempo atrás.
Por tal razón, desde hace dos años decidí brindarles a mis alumnos en forma libre y gratuita, unos breves seminarios de formación personal dirigidos hacia mejorar sus aptitudes y su disposición hacia no solamente ser mejores técnicos sino ser exitosas personas tanto en el desarrollo de su ocupación como en su desempeño en su ambiente personal y familiar.
Los temas tratados rondan sobre el crecimiento y desarrollo personal, el cambio de las creencias y los parámetros que utilizamos en forma inconsciente durante nuestras actividades diarias, cómo reconocer y resolver los efectos de la crisis, el manejo de la frustración, la resolución de conflictos y la negociación, la obtención de la resiliencia apropiada, la aplicación de la inteligencia emocional y otros temas similares.
Pero en resumen, todo se trata de algo muy sencillo de mencionar pero no tan fácil de lograr: mantener la actitud adecuada ante la vida. Estar predispuesto a poner la mejor voluntad ante la menor oportunidad de expresarse.
Cierta vez me hicieron la pregunta: “¿Qué me señalas con actitud?” cuando le manifesté a alguien que su vida cambiaría rotundamente con solo cambiar su actitud.
Intentando clarificar el concepto, diré que un sinónimo de “actitud” podría ser “predisposición”; la actitud que presentas hacia las situaciones de la vida se refiere a la manera con que reacciones hacia ellas. O también, referente a cómo está uno dispuesto a responder o a dar la bienvenida a distintas solicitaciones diarias; es decir, qué tipo de posición adopta uno ante un hecho cualquiera que se hace presente en nuestra vida.
La clase de“actitud” que opongamos determinará gran parte del éxito o del fracaso que coronará nuestros emprendimientos, ya sea desde solicitar a alguien que nos haga un lugar para sentarnos en un banco de una plaza, hasta pedir un préstamo o aspirar a ser aceptado en un puesto de trabajo.
Esa actitud que presentamos deberá ser sostenida para que los demás crean en nosotros y no piensen que solamente ha sido una posición hipócrita momentánea dispuesta para lograr un fin solitario y específico, y la única manera que esto se vuelva carne en nosotros, es estar dispuestos a aceptarla como una forma de vida, a incorporarla como algo tan natural que siempre nos acompañe y que sea reconocida a simple vista por todos como algo inherente a nuestra personalidad.
Hasta me atrevería a expresar que el mantener ese tipo positivo de actitud puede llegar a equipararse, e inclusive a superar, a nuestra habilidad y capacidad de trabajo. Una persona instruida e inteligente será capaz de valorar esa capacidad; se hablará entonces de personas “proactivas”, o sea de aquellas que están dispuestas naturalmente a ponerse en marcha de inmediato hacia encontrar soluciones y beneficios donde otra persona sólo encontrará que ha aparecido un problema.
Justamente esa actitud de la persona proactiva es la que la hace tan valiosa; ella ve una oportunidad inmediata de beneficiarse donde otros solamente encuentran que ha aparecido una dificultad. La actitud valiosa de las personas proactivas incluso las lleva a anticiparse y a estar preparados y de buen talante ante cualquier eventualidad que surja.
Son las personas que tienen hambre de éxito en lugar de miedo al futuro; son adictos a la vida y a los acontecimientos que ella trae. Ellas mantienen la actitud de construir algo positivo de cualquier cosa que se aparezca en su horizonte; ellas presentan la actitud correcta para triunfar y confían en invertir.
Ni hablar entonces si somos capaces de exhibir ambas cualidades (actitud y habilidad) en forma permanente, es decir, si las incorporamos como una parte natural de nuestro “yo”, puesto que aunque no nos demos cuenta, las demás personas inteligentes que nos rodean no solamente se fijan en nuestra sonrisa sino además, a veces, hasta en la forma en que movemos nuestras manos, nuestros ojos, la posición corporal, para comprobar si todo esto es coherente o no, y si les estamos presentando nuestra verdad desnuda o si les estamos mintiendo.
Dicha actitud debe asimilarse de forma tal de resultar natural y espontánea, para que tenga valor y sea capaz de brindarnos resultados beneficiosos. En Astrología, a eso le llamamos “el control del entorno” porque aunque está muy extendida la creencia que expresa que “nuestra buena suerte” la encontraremos en las ofertas del entorno, en realidad, esas condiciones de buena fortuna son creadas por nosotros en el entorno a partir de nuestra actitud que presentamos hacia el mismo.
Con nuestra actitud apropiada sembramos en el entorno las semillas de los frutos que cuando sean cosechados, los demás dirán que “hemos tenido suerte”, siendo que ellos han sido la consecuencia lógica de una inversión: nuestra actitud.
En PNL (Programación Neurolingüística) se nos enseña cómo agudizar nuestra capacidad de observación para determinar con elevado grado de certeza cuando cierta persona está siendo coherente, cuando nos dice su verdad o cuando pretende confundirnos o engañarnos.
Resulta para mí una verdadera diversión el observar cuidadosamente los movimientos, las palabras, las posiciones corporales de ciertos periodistas o políticos que mienten a plena conciencia y a cara descubierta en su infantil creencia de que son capaces de engañar a todo el mundo con sus manifestaciones pre-armadas y manipuladoras.
Por último, hay un concepto muy importante a tener en cuenta: las personas “juegan sus juegos” entre la gente poniendo suma atención en los gestos o palabras grandilocuentes, y aún, en las apreciables a simple vista, pero muy pocos ponen atención a los detalles finos. Es justamente en esos detalles finos donde muestran su verdad: en cómo se expresan, en cómo escriben, en cómo respetan a sus semejantes, hasta en cómo se sientan y colocan sus brazos.
La verdad íntima de una persona la encontrarás en los detalles; eso lo sabe bien Doña Rosa, cualquier vecina de nuestro barrio, que simplemente pasará el dedo por sobre la parte alta del marco de un cuadro para darse cuenta de si la limpieza ha sido hecha correctamente.
Es casi imposible mantener todo el tiempo una actitud falsa sin que nuestro rostro y la postura de nuestro cuerpo nos delaten en nuestra verdad; ésa es justamente “la actitud corporal” que resulta el reflejo directo e inconsciente de nuestra “actitud mental” hacia tal o cual asunto que nos interesa.
Tengo la esperanza de que no queden dudas sobre que según sea la actitud que presentemos ante los requerimientos de la vida, así serán los resultados obtenidos en el desenlace final. Ahora, propongo un ejercicio que puede resultar sumamente útil para quien lo practique: observarse a sí mismo, vigilarse, y predisponerse en la actitud positiva de forma de no encontrarse de pronto traicionado por uno mismo y perjudicado en sus intereses materiales, emocionales, espirituales o afectivos por no haber comprendido cómo mantener la actitud correcta, la predisposición positiva, la respuesta apropiada ante los asuntos de la vida diaria.
El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
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