TRANSITAR POR EL CAMINO ANGOSTO
Ella, con una sonrisa de satisfacción y sin ponerse colorada dijo: “Porque yo soy muy espiritual; un vez leí “tal libro”, hermoso, me gustó tanto…”. Yo no supe qué responderle y decidí que la mejor acotación era el silencio. Luego continué en la interpretación de su Carta Natal, la cual ella escuchaba muy complacida. Ella honestamente creía que era muy espiritual, pero a medida que conversábamos sobre su Natal se evidenciaba que aún desconocía los mínimos requisitos para emprender tal camino.
Es sorprendente la cantidad de personas que se consideran a sí mismas personas espirituales, en plena convicción y muy felices de creerlo así. Por ejemplo, van a la iglesia el domingo y rezan antes de acostarse a dormir, y ya con eso sienten que son personas espirituales.
La espiritualidad no es una virtud; es un camino, es una disciplina en la que nunca se termina de ver el final. Por lo general, la espiritualidad ya viene como antecedente al nacer una persona, en mayor o menor grado. Esto no significa que no pueda despertarse de pronto en la vida de alguien, pero en realidad no se trata de “un aprender” sino de “un recordar”; todos provenimos de un Origen Espiritual, que recordamos en mayor o menor medida, o bien en algunos casos, no recordamos.
La espiritualidad sin duda es un estado de conciencia que se encuentra en la búsqueda de lo espiritual que hay en cada uno, para investigar y desarrollar las características del Ser Interior y así tomar conciencia de que existe un alma dentro su prisión física.
Pero paralelamente es también un estado de gracia al reconocer un sentimiento de amor hacia ese tal Origen del que hemos partido, los Hermanos que hemos dejado tras el Velo (la Familia Cósmica), y que nos produce una cierta nostalgia, una necesidad de contacto, tal como lo necesitaríamos si hace años que no vemos a un familiar o a un amigo muy querido.
Esto conlleva un trabajo sobre sí mismo en el que no cabe traicionar los principios de la espiritualidad; no es un regalo, no es una herencia, se trata de una disposición y una conducta firme que apoyan a ese sentimiento.
En todo ser humano hay espiritualidad, salvo que algunos se han sumergido tanto en este mundo material, que hoy no lo recuerdan; tal vez mañana pase algo en la vida de esa persona y se despierte en ella esa inquietud hacia profundizar dentro de su ser. En algunos casos tal vez en la búsqueda espiritual se partió desde una religión que sirvió luego para despertar algo dentro del ser que indica que somos algo más que materia caminando.
Por eso, en la realidad, cada quien elige un sendero por el que va a transitar, espiritual o no, y con seguridad está convencido que es el correcto; esto nadie tiene el derecho de cuestionarlo ni juzgarlo, porque para conocer los porqués de sus elecciones “deberíamos caminar en sus sandalias”.
“Caminar en sus sandalias” significaría pasar por todos los aprendizajes que ese alguien ha pasado, asumirlos tal como él/ella los ha aceptado, conocer todo su pasado vida tras vida, reconocer cuándo y de qué Tribu espiritual ha partido, qué se ha propuesto aprender en esta vida y tantos otros detalles más que se vuelven imposibles de enumerar; por eso, no le corresponde a otro juzgarlo porque cabe respetar su íntimo transitar individual, sea cual sea hoy y sea cual haya sido antes.
Sin ser una persona apegada a la religión, muchas veces encuentro inspiración en ciertos pasajes de la Biblia, por ejemplo, en Mateo 7:14 donde encontraremos esta enseñanza: “Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”.
Daría para suponer que transitar por esa angosta senda llevará a la “puerta” mencionada, donde se encontrará “la vida”, o sea, que la cita no se está refiriendo a una puerta de la vida ésta que vivimos en materia, sobre esta Tierra.
De todas maneras no deberíamos preocuparnos por donde está ni por cómo es “la puerta estrecha” sino por la manera de llegar frente a esa puerta. Y me animo a decir que tampoco deberíamos preocuparnos por encontrar esa “senda estrecha” y reconocerla con seguridad, dado que si vivimos correctamente y aspiramos a conocernos íntimamente, un día comprenderemos que dicha “senda” nos ha encontrado sin duda.
Esto significa que lo más importante será comenzar por “vivir correctamente” y para ello deberíamos formarnos una escala disciplinada de valores, recta y apropiada, y asirnos a principios sanos y responsables que guíen nuestra vida. Y por supuesto, sostener la decisión de respetar dichos principios siendo coherentes en todo momento.
Esto solo de por sí no nos califica como espirituales, pero sí nos dice que estamos caminando por el sendero angosto, y que probablemente, la espiritualidad nos reencontrará a la vuelta de la esquina cuando tomemos conciencia de que esta actitud sólo puede sustentarse por amor.
Tengo dos amigos a los que aprecio porque los considero buenas personas, y sin embargo pareciera que el lema de su vida es “qué me importa, da lo mismo, hay que seguir”. Ambos se consideran espirituales y les encanta hablar sobre dichos temas, elevándose por encima de la media en ese aspecto. Está esa llamita encendida en ellos, pero no lo asumen estrictamente con la firme decisión hacia avanzar en el sendero.
Esto es, llegado el momento de ser coherentes con sus proclamados valores espirituales, en lugar de ser inflexibles en sus principios echan mano del “qué me importa” eludiendo involucrarse y tomar partido definido por cualquier situación del tipo “papa caliente que quema en la boca”. Eso me produce dolor, pero mi lucha está sólo conmigo mismo, en callar, aceptar y comprender.
Jesús habló sobre los “tibios”, aquellos que permanecían en la zona de los grises sin definirse y los consideró descalificados porque expresó en su momento: “Si no estás conmigo, estás en mi contra”. Ésta es una afirmación definitiva que debería ser tomada muy seriamente.
Ciertamente, uno se preocupa por aquellos que aprecia de verdad, siente deseos de lograr que ellos también sientan y participen de ese amor infinito que todo lo colma, pero no se debe interferir ni tampoco enfrentarse cuando el pensamiento de uno difiere del de otros.
Esos otros tienen su albedrío y han elegido su personal camino de aprendizaje, y la actitud correcta que corresponde sostener es sólo escucharlos y dejar que ensayen por sí mismos su propio sendero, cuando ellos decidan hacerlo y a su manera.
Y en el caso mencionado, más allá que debido la diferencia de edades y a mi camino espiritual recorrido, yo esté sabiendo adonde conduce tal o cual actitud y eso me alerte, debo tener la firmeza de no intervenir porque ellos deben llegar hasta donde quieran y puedan, y caminar su sendero elegido por sí mismos sin que nadie tenga derecho a desviarlos de su aprendizaje.
Lo primero que recomendaría hacer a cualquier persona que se sienta inclinada por el camino espiritual es aprender a diferenciar lo correcto, lo lícito y lo apropiado, de lo que no lo es. Eso se llama “discernir”, y aunque es difícil lograrlo porque en este mundo se ha mezclado hábilmente la verdad con la mentira, se puede aprender con la práctica.
Aprender a discernir es muy importante porque existe una gran cantidad de “falsos profetas” como mencionó Jesús en su momento y es imperioso distinguirlos antes de empatizarse con ellos y caer en sus trampas.
¿Cómo hacer para distinguirlos? Es sencillo; debemos observarlos en su coherencia porque se traicionan en sus detalles. Por ejemplo, la vida fastuosa y la cantidad de Mercedez Benz disponibles para desplazarse hicieron que me diera cuenta rápidamente que “el tipo” era un farsante inclinado más a los placeres materiales que a la espiritualidad que proclamaba.
Sin embargo, para estos dos amigos míos y para gran parte del mundo, “ese tipo” era un fenómeno en cuanto a lo espiritual, digno de seguir sus consejos sin siquiera analizarlos para encontrar sus contradicciones.
Por eso, el mundo y la vida actual están llenos de engaños y artilugios; en el sendero de cada uno se encontrarán muchos pozos disimulados que es menester aprender a reconocer para evitar quedar atrapado en ellos.
Hay distintas conductas humanas que parecen correctas para los parámetros de nuestra sociedad, pero consideradas estrictamente no lo son; igualmente hay situaciones que son absolutamente legales pero no son éticas ni lícitas. Y ni hablar de lo que consideramos apropiado, siendo que a veces nos parece que es la opción más adecuada y no lo es.
Por supuesto, casi todos prefieren circular por la cinta asfaltada y les sorprende que en ciertos momentos aparezca algún “desubicado”, algún “loco” que elija transitar por un senderito lleno de espinas, piedras e insectos pudiendo moverse más rápida y fácilmente por el ancho camino asfaltado por donde circulan los demás.
Allí se nota la advertencia de Jesús sobre tener cuidado con aquello que es elegido por la masa. La multitud es bulliciosa y revoltosa, mientras que el verdadero sendero es silencioso y aquietado.
Es necesario reconocer que atenerse a todos los principios espirituales, cumplir estrictamente con ellos y ser coherente en todos los casos, es como lograr que un velero avance en contra del viento, aunque para un timonel experto, esto es perfectamente posible. Lento y trabajoso, pero posible aunque no lo parezca, acomodando la vela en diagonal al viento.
Puedo agregar, que una característica innata que permite distinguir la espiritualidad es la alegría sana y permanente en la persona, ya que pase lo que pase por fuera del individuo su alegría es una luz que viene desde adentro del ser y no puede ser opacada en forma permanente por ningún factor externo.
El sentido común nos dice que no es suficiente con leer libros espirituales; es necesario comenzar por absorber su esencia y observar qué despierta en nosotros, hacerla carne propia con plena convicción y luego decidirse a ponerla en práctica. Del mismo modo que no basta con leer sobre un régimen para adelgazar sin cumplirlo.
Tampoco basta con seguir una corriente espiritual en particular, es más conveniente incursionar en distintas corrientes, distintos pensamientos, distintas inclinaciones, compararlas o contrastarlas entre sí para lograr discernir, dejándose llevar sólo por la coherencia, porque en todas partes hay un pedacito de verdad.
La verdad es como un diamante; las distintas realidades son sólo reflejos que observamos provenientes de esa verdad, pero no son la verdad. La sumatoria de todos esos infinitos reflejos nos daría la imagen de la verdad.
Dado que mantenerse en la verdad es esencial para no desviarse de la senda angosta, es que se hace necesario también aprender a establecer la conexión con el Ser Interior y a escuchar la voz susurrante de nuestros Guías, que serán los que iluminarán nuestro camino angosto en las noches sin luna. Convengamos entonces en que no basta con leer un lindo libro que nos deje contentos.
Emprender el camino espiritual con seriedad es una elección de la que no se vuelve atrás; es como escaparse del mundo a medias y probablemente pasar a tener dificultad en lidiar con algunas cosas de él, al vivir entre sus asuntos y sus maquiavélicas realidades, permaneciendo alerta en todo momento porque las tentaciones del mundo tienden a ser irresistibles.
Pero tampoco es una conducta espiritual la de aquel que rechaza al mundo, porque si se tratara de alguien espiritual, habría comprendido que justamente él está emplazado en el mundo a fin de mostrar una diferencia, para ayudar a evitar las rocas como un faro, o caminar dejando un rastro que otro alguien seguirá.
Y por supuesto, aunque nadie lo siguiera eso no deberá tener importancia alguna para él; él no es un líder que conduce, él debe ser sólo un ejemplo con toda humildad, para ser visto solamente por quien le interese verlo.
No busca el sendero angosto por un premio en particular, es que sencillamente él no puede seguir otra senda porque su amor no se lo permite; nada material puede darle esa completitud que él alcanza a través de perseguir ese amor a lo Elevado.
Y en su alma se adicionará un nuevo “color” o vibración energética acorde a eso, que posiblemente nadie en este plano verá, pero que tampoco es su idea lucirla a la vista como trofeo, ya que sólo es distintiva “del otro lado del Velo”, o sea, en la Dimensión estrictamente espiritual.
Entonces, caminar por el sendero angosto es adquirir un serio compromiso consigo mismo; nadie nos tomará examen, nadie nos condenará si en algún momento nos desviamos de ese sendero. Es como imponernos una nueva forma de vida, una filosofía particular, una coherencia en cada acción, en cada pensamiento, que se notará en la alegría de nuestros ojos, y se apreciará en la paz de nuestra sonrisa.
Es aceptar sin sufrir que mientras uno transita por ese sendero de espinas, pueda ver a los demás felices corriendo por la carretera ancha pero sin sentir tampoco ninguna clase de rechazo por ellos, porque tal vez aún no ha llegado su tiempo de elección y puede que se trate de Hermanitos que algún día madurarán hacia un sentir similar al que uno lleva en su corazón.
Por eso, cumplir fielmente con todos estos requisitos esenciales, que no son fáciles, se ha dado en llamar “transitar por el camino angosto”.
El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
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