EL RESENTIMIENTO
– ¿Por qué lloras, amigo? Le preguntó el álamo al sauce.
– No lloro por mí; lloro por todos los que pasan a mi lado.
– ¿Cómo es eso? Yo no siento que me llegue nada desde los que pasan a mi lado…
– Mis ramitas tienen la sensibilidad suficiente como para percibir sus penas y resentimientos y los acaricio y los limpio cuando pasan caminando y rozando mis hojas. Por eso mis ramas se abren y llegan hasta el suelo; ese es el secreto de mi sensibilidad. Las personas me llaman “sauce llorón”; todos creen que soy un resentido por las cicatrices de mi piel, pero yo absorbo sus dolores y sus penas… es mi compromiso de amor que he asumido desde el Inicio hacia los humanos.
El resentimiento no suena como una palabra agradable a las personas. El resentimiento es un sentimiento de rencor, RE-SENTIMIENTO, por algún hecho que la persona ha debido soportar sin poder hacer otra cosa que retenerlo y mantenerlo.
Se trata de una cicatriz viva de una herida que no sana. Y allí está justamente el daño, en retener su recuerdo doloroso y no dejarlo ir.
De la corteza del sauce se obtuvo la aspirina, en el 1900 (Felix Hoffmann, un químico alemán) como versión industrial del ácido acetilsalicílico que contiene la corteza del sauce y que antiguamente se preparaba como infusión, hasta que apareciera la popular aspirina que más tarde fue adicionada con cafeína para un efecto más inmediato y recuperador.
El resentimiento es un sentimiento muy común en el ser humano, más de lo que creemos. Todos estamos resentidos de alguna manera ante algo, sólo que esa vibración ha quedado almacenada en el inconsciente y presta a resurgir ante un recuerdo; como si aún lleváramos las marcas de la corteza del sauce, pero para adentro de la piel, en lugar de mostrarlas hacia afuera como hace el sauce.
Esas “marcas” internas hacen daño a la persona, y así como la aspirina fortalece y protege al corazón, dichas sensaciones negativas retenidas lo mantienen estresado y tenso, endureciendo las arterias y favoreciendo los problemas inherentes al sistema circulatorio.
Cualquier tipo de daño del que nos hayamos sentido objeto, aún una simple palabra desafortunada, pudo generar un resentimiento que lamentablemente será guardado en secreto porque nadie se arriesgará a que este sentir sea visto y así ser considerado un “resentido” debido al mal concepto que tiene la palabra.
Una sonrisa inventada reemplaza las lágrimas y el enojo. El resentimiento es sencillamente una cicatriz como las que muestra el sauce. Abrazarse a las cicatrices del sauce y sentir amor por su tarea es una buena idea, pero no así plantar un sauce frente a la puerta de la casa, porque tomará todos los resentimientos de los que pasan por la vereda y los dirigirá hacia adentro de la casa cuando se abra la puerta.
La puerta funcionará como la ventana del cuerpo resonador de una guitarra cuando vibra una de sus cuerdas, almacenará y amplificará dicha energía, para daño de sus moradores que no entenderán qué es lo que les pasa.
Siempre será conveniente buscar un lugar de reposo, aislado, silencioso y allí abrirse a comunicarse y hablar con nuestro eterno niño interior, quien seguramente guarda muchos dolores que como adultos no nos permitimos expresar.
Es el lugar y el momento justo de preguntarle por lo que siente y dejar que esos dolores salgan, sin importar las lágrimas (el sauce llorón) que servirán luego para recuperar la libertad de la sonrisa.
¿Te has fijado cuan poca es la gente que sonríe naturalmente? Es porque arrastran una pena secreta que los envenena por dentro, que con el tiempo se vuelve parte de ellos, como un apego, se aferran a ella y temen soltarla porque creen que quedaría un vacío por dentro siendo que ese vacío en tal caso se llenaría de alegría y sentimiento de libertad.
En ocasiones, sobre todo aquellas personas cuyos antepasados estuvieron en la guerra o sufrieron privaciones, dolores o muerte, arrastran consigo la angustia de sus ancestros, guardada en lo profundo de sus psiquis, conteniéndola sin saberlo.
Pero esos antiguos traumas mantienen un manto de tristeza inexplicable sobre la persona, que le impide ser feliz ante todas esas cosas pequeñas que ocurren en la vida cotidiana: sentir el sol, la brisa, ver los colores de una flor, escuchar cantar a un pájaro, a la lluvia, ver correr y susurrar al agua, mirar a los ojos inocentes de nuestra mascota, llenar los pulmones de aire fresco… todos estos detalles deberían dar felicidad a cualquier persona y volverla sensible a estos pequeños estímulos diarios que colmarían su alma.
Debemos aprender a soltar, a ser libres, y para ello el primer paso es aceptar todo aquello que por alguna razón ha sucedido aunque por el momento no le encontremos explicación y nos deje sin respuestas.
Aceptar es permitir la existencia de ese quantum sin cuestionamientos, de buen grado pero sin resonar con ello; dejarlo que sea, sin interferirlo. Sin prestarle energía para que no se convierta en un egregor que luego demande alimento desde nuestra propia existencia, desde nuestros logros, desde nuestro aliento.
Recién luego de la aceptación llegarán las respuestas; nunca llegarán antes porque nuestros Guías saben bien que si todavía no lo hemos aceptado, aún no estamos preparados para comprender y respetarán nuestros tiempos en silencio, siendo que a Ellos les encanta comunicarse con nosotros porque ésa es su Vocación de Servicio y el tener la oportunidad de manifestarse y ser tenidos en cuenta, los llena de alegría y satisfacción.
Cuando uno se despierta con la sensación de haber “hablado” con alguien, y teniendo en claro una respuesta y un sentimiento de paz, es porque ha dialogado con Ellos, pero Ellos sólo hablan cuando uno está listo para escuchar y prestar atención a sus breves pero sabias palabras.
Por eso, cuando se quiere comprender algo, primero debemos aceptarlo y darle la bienvenida, abrirle los brazos aunque nos duela recibirlo, porque ha sido algo planificado en los niveles más altos de vibración (un religioso lo llamaría “el Cielo”) para nuestra evolución y aprendizaje.
Esto es muy importante: aquello que nos ha resentido ha sido una prueba para ser superada y el hacerlo con sinceridad será la clave de evolucionar, incorporar el aprendizaje, y así evitar que vuelva a suceder. Es ir obteniendo Resiliencia.
Más tarde, si el hecho motivo del resentimiento no ha sido aceptado y superado podría aflorar al exterior de la persona, en la expresión de su rostro, en los dibujos de las arrugas cuando sea mayor, en la mirada, en la forma que va tomando su boca, su gesto, su apariencia.
El dolor nunca resulta gratuito, siendo que el dolor es fruto de la ignorancia. Todos somos como dedos de la misma mano y sin embargo nos sorprendería si alguien nos dijera que uno de sus dedos está enojado o resentido con sus compañeros de mano. No lo podríamos entender, y sin embargo eso es justamente lo que hacemos, más a menudo de lo que tomamos conciencia.
Todo a nuestro alrededor está cambiando, la Naturaleza, los animales, aún el clima, y eso nos dice que ya es hora de dejar de lado lo que no nos sirve, lo que nos envenena, lo que nos consume por dentro y liberarnos a sonreír aún ante el dolor, aceptando y aún más allá, dando la bienvenida a lo que llega porque sin duda es parte del Plan Universal de nuestra evolución.
No es que eso llega para hacernos sufrir sino al contrario, para que aprendamos a liberarnos del sufrimiento; el día que aprendamos a ya no sufrir será el día en que llegue la Iluminación a nuestro ser y la trascendencia de los límites que nosotros mismos nos imponemos en la Matrix.
Nos creemos sólo habitantes de la Tierra y no sabemos que en realidad somos habitantes del Universo, que hemos tenido encarnaciones en otros planetas y sistema solares, y que estamos de paso por este suelo experimentando aquellas cosas que de otra forma nos serían muy difíciles de vivir y aprender. Nos creemos mendigos y en realidad, somos dioses.
Muchas veces nos sentimos lejos de casa y en realidad, estamos siempre en casa, porque el Universo es sólo UN PUNTO DE ENERGÍA en el que todo se encuentra y se reúne, aunque que nuestra limitada conciencia le da magnitud infinita. Cuando nuestra conciencia se expande comprendemos que todo existe y es, en el mismo punto, y no como nos han hecho creer que debe ser por allá lejos de nuestro alcance.
Por lo tanto, nos guste o no, esos resentimientos contra la vida en realidad no tienen sentido de ser ni de estar y aunque nos tienen atados a dolores, sufrimientos y malos recuerdos, deberíamos amarlos, estarles reconocidos porque hoy somos el fruto de todo eso que ha sucedido ayer y sobre todo, soltarlos. Liberarlos, dejar que se diluyan en el viento.
No lo comprendemos porque encerramos nuestros pensamientos en la limitación, así como no nos damos cuenta de la forma que tiene la cumbre de la montaña porque justamente estamos a sus pies y pegados contra sus paredes, y nos es imposible verla, pero allí está.
Una sana costumbre que ayuda a superar esas situaciones que nos atormentan, esos resentimientos, es tomar una aspirineta diaria, de ésas que le damos a tomar a los niños cuando tienen algún dolorcito; ésta sería una manera sucedánea de “abrazarnos al sauce” cuando no lo tenemos a nuestro alcance.
¿Te has preguntado por qué los sauces crecen tan fácilmente a las orillas de los cursos de agua? Porque saben que el desplazamiento de la corriente se lleva esos resentimientos y los disuelve hacia formarlos parte del Todo del que han partido y de esta forma toda la energía se recicla. El reciclar de la energía en eterna continuidad es lo que da vida a la vida.
Ahora ya sabes que tus resentimientos deben salir a la superficie y evacuarse a través de la Naturaleza, que es el mejor remedio para ello. Hace más de 100 años, un sauce “dialogó” con el Dr. Edward Bach y le dijo que su esencia podía curar los resentimientos, pero como Bach era inglés, él llamó a esta esencia del sauce como Willow y logró encapsularla en agua, y así es conocida en todo el mundo, aunque tengamos un “willow” a la vuelta de casa.
Tal vez nos ayude cada tanto pasar por debajo de sus ramas, agradeciendo su ayuda y dedicándole alguna palabra amorosa, que sólo el sauce entenderá y retribuirá, ya sea que seamos capaces de percibirlo o no.
El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
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