¿A QUÉ LE LLAMAS PESIMISMO?
– Este fin de semana me parece que va a llover…
-¡No seas pesimista! Ya lo estás decretando cuando piensas así.
En general, las personas dividen muy livianamente a las opiniones en “optimistas” y “pesimistas”. Si el diálogo anterior se hubiese producido en Inglaterra donde llueve todo el tiempo, no sería igualmente considerado como si hubiera sido comentado en el Sahara, donde no llueve prácticamente nunca, y por lo tanto en el desierto habría representado un excelente augurio optimista.
Las personas polarizan simplemente la categorización de las actitudes en “optimistas” y “pesimistas”. Pero a las dos categorías de optimista y pesimista sería necesario agregarles una intermedia, la de “realista”, es decir, la de aquella persona que es capaz de observar con objetividad y dar la magnitud justa a la situación basándose en argumentos concretos. Lamentablemente el realismo suele sucumbir ante las creencias, los miedos, las conveniencias y toda esta clase de actitudes viciosas humanas a las cuales resulta muy fácil volverse adicto.
Suena muy grato a los propios oídos declararse anten los demás como “optimista” pero hay que ser muy valiente para reconocerse “pesimista”, aún cuando uno esté plenamente conciente de este sentir. Sin embargo, aquellos que ya llevamos unos cuantos años compartiendo y observando los avatares de la sociedad humana sobre esta tierra, seguramente tenemos más razones para ser pesimistas que optimistas en base a lo que hemos presenciado, registrado y experimentado.
Podríamos afortunadamente sentirnos optimistas si ya no hubiera más guerras, si la Humanidad no estuviera sufriendo hambre, si el planeta hace años hubiera entrado en una etapa de recuperación frente a la contaminación, si las personas dejaran de matar animales, quemar y talar bosques y asesinar gratuitamente a otras personas.
Sin embargo hay que hacer notar que cierta clase de pesimismo tiene su costado positivo y útil bajo determinadas condiciones. Se trata de una actitud que muy livianamente podría considerarse como de “pesimismo” cuando en realidad pertenece más al concepto neutro de “realismo”. Hace años que practico esta filosofía a pesar de que disgusta a muchos que no la comprenden y por lo tanto, obviamente me acusan de pesimista, lo que a su vez a mí me sirve para reconocer hasta donde me puede resultar seguro confiar en la mentalidad de esa persona.
Ese “pesimismo mal entendido” me ha permitido sobrevivir a muchas situaciones que tantos optimistas nunca previeron y que hizo la diferencia entre obtener lo positivo de una situación, versus caer rendido ante ella por no haberla previsto con antelación.
Por ejemplo, como astrólogo, en el consultorio tengo la obligación de marcar las posibles situaciones difíciles que el consultante puede llegar a atravesar en el futuro inmediato, señalándolas claramente para su prevención. Y además de mencionárselas como advertencia, debo ofrecerle la posibilidad de elegir entre distintos cursos de acción factibles (líneas de futuro) como para neutralizarlas y aún, hasta a llegar a obtener beneficios de estas posibles situaciones adversas. Ése es mi trabajo y mi deber, cuando se me pregunta al respecto.
Entonces deberíamos considerar que además de optimistas, pesimistas y realistas, existe otra actitud opcional y beneficiosa de enfrentar cualquier eventualidad: la actitud de prevención.
Si se diera el caso que yo fuese un militar, sería mi obligación aún siendo considerado pesimista, prever para mi gente una posible vía de escape como “Plan A” y si fuera posible, otros “planes B y C” para la eventualidad en que la operación fracasara y debiera dirigir a mis hombres hacia la salvación al replegarse por el camino apropiado, en lugar de dejarlos abandonados a su suerte.
No faltaría quien previamente considerara que estoy esperando la derrota, siendo que en realidad estoy previendo la posibilidad de tener que ordenar una retirada segura que salvara la vida de mis hombres.
Por ejemplo, Adolf Hitler, encerrado en su delirio, su megalomanía y su falta de sentido común, perdió la guerra porque desprevenidamente en su exceso de confianza insistió en que su ejército se expandiera mediante su blitzkrieg (guerra relámpago) y ocupara posiciones imposibles de sostener, al contrario de lo que aconseja toda estrategia razonable y conocida que consistiría en avanzar, capturar y asegurarse en tomar posesión firme consolidando inmediatamente el dominio del área.
Aún cuando sus propios generales le advertían que no era posible sostener y consolidar las posiciones debido al incesante avance de las tropas alemanas, él insistía ciegamente en avanzar y conquistar; sin embargo, como todo mediocre que culpa a los demás, luego del fracaso acusó a los integrantes del Alto Mando de “inútiles y traidores” siendo que el error radicó principalmente en su ambición desmedida de poder y en su falta de comprensión de la realidad. Así, el peor enemigo que enfrentara Hitler resultó ser justamente el propio Hitler.
Indiferente al sufrimiento de su pueblo, como todo psicópata, envió a la muerte segura a millones de sus soldados, algunos de ellos apenas adolescentes, pero sin embargo el gran cerdo tenía su propio plan de escape personal ya asegurado, sabiendo que mientras sus soldados perecían o debían entregarse y caer prisioneros, de esa forma mantenían ocupados a los aliados para darle tiempo a que él escapara en submarino hacia…
Tengo la Carta Natal de Hitler en mis archivos y la he estudiado cuidadosamente comprendiendo así las motivaciones que lo guiaban en su personalidad; en ella observo curiosamente que el Mediocielo, el lugar hacia el cual la persona se dirigirá en busca de otros nuevos horizontes, está situado en el Signo de Cáncer. “Casualmente” nuestro país, Argentina, cumple años el 9 de julio, durante el Signo de Cáncer.
En ese momento, presidía el gobierno argentino una figura que por su formación militar y fascista simpatizaba con el régimen nazi y el fachismo italiano, y que muy posiblemente miró hacia otro lado mientras declaraba hipócritamente la guerra a Alemania recién durante los días anteriores a su caída final, a sabiendas de su inminente derrota; obviamente Hitler llevaba consigo el oro arrebatado al pueblo judío y con él podía comprar a quien quisiera, y así pagaba el precio de asilo y silencio.
Hay muchas evidencias de nazis que escaparon de Alemania y se asentaron, la mayoría impunemente, en nuestro país que siempre se caracterizó por la carencia de control de sus fronteras. Muchos de ellos que permanecían ocultos y pretegidos en Argentina, fueron capturados y llevados a Israel para ser juzgados.
Luego de terminada la guerra, el legendario “cazador de nazis” Simón Wiesenthal, dirigió sus esfuerzos al igual que el Servicio Secreto israelí (MOSAD) hacia Argentina, con muy buenas razones debido a las informaciones del espionaje realizado en nuestro país.
EEUU, también un país canceriano (4 de julio) dio feliz recepción protegiendo a notorios y oscuros personajes, y a científicos nazis para aprovecharse de sus conocimientos. Más aún, hasta aprendieron los eficaces métodos de tortura desarrollados por los nazis que habían empleado sobre sus prisioneros judíos.
Volviendo al relato, mientras Hitler acusaba de “pesimistas, inútiles y traidores” a sus generales más fieles, él organizaba su escape secreto ante la inminente derrota. De ese modo utilizaba a su propia gente como pantalla para cubrir las huellas personales de su huída a fin de no ser capturado.
Si bien la estrategia nazi de invasión y control de Europa fue cruel pero inteligentemente diseñada, ante la evidente pérdida de la guerra debida a su terquedad taurina y la falta de amplitud por la estructura de su Signo de Tierra, Hitler sin embargo tuvo la inspiración de prepararse con tiempo para aceptar el fracaso y obtener beneficio personal del mismo.
Este ejemplo real no defiende al pesimismo, sino que plantea la posibilidad y la utilidad consecuente de una actitud realista y previsora: ESTAR PREPARADO PARA ACEPTAR EL EVENTUAL FRACASO lo que no impide seguir luchando para vencer.
Planteando otro ejemplo, comercialmente, no puede plantearse la instalación de un negocio solamente basándose en el optimismo de que una vez comenzado dará ganancias en consecuencia. Alguien no advertido puede no estar contemplando la oportunidad de que el negocio fracase, así como menospreciando los eventuales planes de respuesta y recuperación para tal eventualidad.
Es importante entonces tomar conciencia que considerar las posibles respuestas a un eventual fracaso no es pesimismo, sino habilidad y astucia comercial. Es parte de la estrategia financiera para reducir las pérdidas en el caso de no tener éxito: contar con un Plan B además del Plan A, y si es posible, un tercer plan optativo por si el Plan B fracasara.
Sólo quien ve las cosas en blanco y negro y no capta más allá de la punta de su nariz calificaría de “pesimismo” a este tipo de estrategia comercial, que bien puede aplicarse eficazmente a otros aspectos de la vida diaria. Yo diría que es importante reconocer tanto al “optimista” como al “pesimista” de nuestro entorno porque ambos extremos son igualmente peligrosos si uno se confía ciegamente en sus opiniones.
La estrategia de estar preparado para aceptar el eventual fracaso, técnicamente se basa en la posibilidad abierta de ocurrencia de la crisis, a la cual me he referido extensamente en otros artículos de este blog. La primera etapa de la crisis se reconocerá al tomar conciencia de que algo no funciona como debería hacerlo.
Las etapas posteriores pueden saltearse a conveniencia evitando el sufrimiento y la pérdida si uno conoce perfectamente la mecánica del proceso, acoplándose al mismo y de ese modo dando la respuesta adecuada que es justamente lo que la crisis pretende: el cambio, la evolución, la mejora, el beneficio.
Cuando todo nos señala que “no es por ahí”, aprender a “estar preparado para aceptar el eventual fracaso” dejará atrás a los miedos y la angustia, y además servirá para que se tomen las debidas precauciones. Como ejemplo, el disponer de un matafuegos en un salón no implica ser pesimista al pensar que puede generarse un incendio en esas instalaciones; actualizar su revisión técnica y sus renovaciones certificadas tampoco implica reforzar la idea de que se producirá el siniestro ni tampoco se lo está decretando ni creando la posibilidad, sino al contrario. Sólo se trata de anticiparse a estar en condiciones para saber qué hacer ante cualquier eventual situación.
Si se reflexiona sobre la esencia del mensaje tras estas palabras, esto servirá para que se consideren otras opciones ventajosas y en el futuro pueda evaluarse con mayor precisión todo aquello a lo que normalmente se denomina livianamente (y hasta yo diría poco inteligentemente) como “pesimismo”.
El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
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