EL BENEFICIO DE AGRADECER
El criterio común respecto de agradecer es simplemente decir “Gracias”, y al definir el significado de “agradecer” encontramos que implica sentir o demostrar gratitud por algo recibido, reconocerlo, volverlo visible o resaltarlo. Sin embargo, el sentido de agradecer es mucho más profundo que su significado y contiene una sabiduría que lleva a que la vida de la persona resulte en una secuencia de éxitos, o al contrario, cuando no se comprende, en una seguidilla continua de fracasos.
El propósito de este artículo es mostrar cómo puede obtenerse un beneficio al desvelar el verdadero sentido y la aplicación más apropiada del agradecimiento. Agradecer no debe significar solamente una respuesta, sino que además ese hecho que agradecemos nos coloca en un cierto grado de compromiso, y por lo tanto lo más beneficioso para nosotros es considerarlo como una invitación a una puesta en movimiento que genere una devolución.
Esa devolución no debería ser solamente un reconocimiento hacia la otra persona sino que consiste en poner en práctica una equilibrada filosofía de vida personal que nos beneficie.
El agradecer debería consistir en una reacción a esa emisión de energía positiva que hemos recibido desde algo o desde alguien, pero que lamentablemente no siempre es correctamente evaluada, considerada y administrada. Sería una lástima que dicha reacción fuera menospreciada o desperdiciada, debido a su valor intrínseco escondido, de forma que nuestra respuesta también debería ser aprovecharla como invitación a que nos pongamos en movimiento. ¿En movimiento hacia dónde? ¿Hacia qué?
Esa acción previa con que nos han obsequiado y estamos agradeciendo, no es casual sino que representa un llamado y una oportunidad que merece una respuesta acorde porque toda oportunidad trae bajo la superficie la posibilidad de un beneficio, si es que aprendemos a encontrarlo y reconocerlo.
Por ejemplo, me ha pasado que al querer salir de un negocio con las manos ocupadas alguien se ha ofrecido voluntariamente a abrir la puerta para que pueda salir. La respuesta natural, civilizada y educada habría sido lógicamente responder con un “Gracias” y una sonrisa ante dicha atención recibida.
Pero sería un error si todo simplemente quedara allí, porque el hecho de haber sido ayudado implica haber adquirido una responsabilidad moral: comprendo que ahora yo deberé ponerme en movimiento. ¿Como hacerlo? Simplemente copiando ese buen ejemplo, yo debería estar atento a cualquier otra situación similar y prestarme a ayudar a otra persona y abrirle la puerta para que ella pueda salir. Espero que con este simple ejemplo se entienda hacia adonde quiero ir.
De esa forma se podría dar comienzo a una cadena, un círculo virtuoso, en el cual no solamente ayudo a otros sino que a su vez, me ayudo a mí mismo puesto que elevo mi nivel en el trato social y además, reafirmo mi respeto por mí mismo, lo que también representa un beneficio porque esa reafirmación de mí mismo puede ayudarme en el futuro de alguna manera inesperada.
¿Existirá alguien que se niegue a obtener un beneficio? La realidad es que sí, yo me atrevería a decir por ejemplo, que la inmensa mayoría de los habitantes del planeta se niegan a sí mismos los beneficios de saber agradecer, es decir, entender cómo debería responderse y qué implica el verdadero agradecimiento.
Es de observar que tendremos oportunidad de escuchar infinitas quejas en lugar de oir que por otro lado, también existen muchas cosas por las cuales agradecer: la comida diaria, el respirar aire fresco, el haber logrado vivir un día más, el tener con quienes comunicarnos, la oportunidad de descansar luego de un día agitado, y así.
Por eso reitero que agradecer no significa solo andar repartiendo “muchas gracias” por el mundo en toda ocasión que lo amerite. Por otro lado, hay que notar que deberíamos agradecer por todo lo que recibimos, con “todo” quiero decir exactamente “agradecer POR TODO”.
Para dar otro ejemplo, hace solamente un rato, en esta mañana templada de domingo en primavera al asomar a la calle acabo de recibir en la cara una agradable brisa fresca que me trajo vitalidad y un inesperado sentimiento de ánimo y bienestar.
De inmediato surgió desde mi interior la necesidad de dar gracias por tener el privilegio de vivir otra mañana más y recibir esa caricia inesperada que me revitalizó. ¿Dar gracias a quién? No sé, a la vida, a la mañana, al planeta, hasta incluso a mi intuición de movilizarme a salir hacia lo natural fuera de la comodidad de mi ambiente climatizado artificialmente.
Agradecer significa aceptar, reconocer, evidenciar, sentirnos bienaventurados de recibir un beneficio cualquiera al que de alguna manera deberíamos responder. Sin embargo sería un error quedarnos sentados y solamente esperar a recibir; si adoptamos esa actitud pasiva, muy posiblemente dejaremos de recibir porque la vida es acción y reacción, movimiento inspirado, devolución, y compromiso, con el fin elevado de evolucionar y aprender por medio de ello.
Conozco a una persona cercana que es muy difícil que se olvide de decir “gracias” cuando recibe algo, pero su actitud personal hacia la vida lamentablemente no es congruente con ello. Y esta última es la que realmente tiene validez, la primera carece de mayor peso por ser meramente social.
Por ejemplo, el no disfrutar de cada momento del día y obtener el beneficio que conlleva experimentar ese momento, es no ser agradecido. No agradecer es no reconocer la valía de cualquier asunto en cuestión por ínfimo que sea y por lo tanto, es como decirle a nuestro inconsciente: “No te fijes en eso, eso no es importante”; obviamente, a lo largo de la vida, el inconsciente, es decir esa “personita” que vive dentro de nosotros se acostumbrará y desestimará todo aquello que le estamos mostrando todo el tiempo que no nos interesa.
Por lo tanto, lo evitará o lo dejará pasar sin prestarle mayor atención, y no nos lo ofrecerá cuando lo necesitemos porque el criterio implantado en el inconsciente será: “Eso no es importante para él, él ha dejado bien en claro que eso no le sirve; hay que dejar eso de lado”.
Tal actitud dificultará que volvamos a vivir esos momentos pequeños y animosos, y la sumatoria de la falta de todos ellos significará un quantum de gratificación que nos estaremos perdiendo, y que pesará por su ausencia en nuestra alegría de vivir.
El hecho de no prestarles atención a estas experiencias menores es como si no las hubiéramos vivido, ya que para la mente humana sólo existe aquello que es percibido por nuestra consciencia.
Otro ejemplo más: en el caso de quienes se van de viaje en vacaciones, es común observar que se encuentran apurados y ansiosos de llegar a su destino. En tal situación, ellos no tienen en cuenta que las vacaciones comienzan no en su destino sino desde el mismo momento en que se suben a su vehículo; lamentablemente, vemos en los noticieros que algunos de ellos en su apuro, nunca llegan adonde pretendían ir y su vida se trunca en la ruta debido a un accidente por su apuro en tratar de vivir sus vacaciones.
Otros apurados se olvidarán de disfrutar el paisaje mientras viajan, sin comprender que ello representa también una parte de su distracción y un descanso de las actividades habituales.
Volveré al ejemplo de esta personita anteriormente mencionada, que se quejaba hace un tiempo de que le dolían las piernas, a lo que enseguida con mi mejor intención le recomendé lo que yo hago para que no me duelan, tomar mi porción de Cloruro de Magnesio diaria.
Esta recomendación, dado que yo aprecio a esta persona, se la repetí tres veces en distintas ocasiones en las que me manifestó esa molestia muscular, pero respondió en la primera vez que sí, que tenía que hacerlo; en la siguiente que lo que yo le había recomendado era muy amargo para tomarlo, y en la tercera simplemente no dijo nada.
Esto me indicó claramente que debía dejar de repetirlo e incluso abandonar mi intención de obsequiarle con un frasco para que se decidiera a iniciar el tratamiento, que yo sé por experiencia que da excelentes resultados además de que su costo material es ínfimo.
En la vida, todos los días y a cada momento, es seguro que algo por mínimo que sea que sucede a nuestro alrededor nos está señalando por donde va el camino, incluso hasta aquello que podamos escuchar o ver en la TV, en la radio, o en la conversación con el vecino de al lado.
Solamente hay que estar atento; todo detalle que se nos aproxime debería ser bienvenido con alegría y curiosidad, analizándolo para aprender a descubrir donde es que esconde su beneficio, cuya dimensión nunca podremos apreciar de antemano, pero efectivamente tiene una razón para estar frente a nosotros.
En cierta ocasión me pregunté angustiado qué enseñanza podía yo haber rescatado de la mala actitud de mis padres conmigo, de sus maltratos, de sus descalificaciones y de sus abusos. A pesar de ser menor de edad yo partí siendo adolescente de mi casa natal llevándome solamente lo puesto, dado que ellos no podían ayudarme para una mejor educación y no estaban en condiciones de brindarme alimento y vestimenta apropiada aunque yo trabajaba duramente en la chacra.
Por un momento me sentí terriblemente miserable y abandonado, pero cuando al pasar del tiempo aprendí a reconocer las oportunidades, de pronto me di cuenta que debía agradecerles en mi mente.
Comprendí que justamente ellos me habían puesto ante los ojos, todo aquello que yo no debía hacer con mis propios hijos, con mis semejantes, con la vida; y por otra parte me estaban mostrando la evidencia de que sus fracasos se debían justamente a esa actitud inapropiada. Y también que yo debía sacar provecho de ello proponiéndome firmemente nunca permitirme ser así.
Me ayudaron, por ejemplo, a aprender lo que sentiría cualquier otra persona si yo la tratara de ese modo incorrecto. Tremendo valor, inmensa lección que si hubiera provenido de otros yo la hubiera menospreciado, pero como fue vivida justamente desde pequeño y venía de mis padres, marcó mi niñez y mi adolescencia e impactó en mí al fin de forma positiva porque mi actitud posterior hacia esas acciones mencionadas fue reflexiva en lugar de temerosa y resentida.
Gracias, entonces, y sean bienvenidas las piedras porque ya aprendí a sacarles el jugo; dicen por allí que si la vida sólo te da limones, será entonces que debes aprender a hacer limonada.
Y también uno debería dar las gracias por eso, por aprender a hacer algo positivo aunque se haya recibido algo que uno siente como negativo. Escribo “que uno siente” porque muchas veces lo que en ese momento consideramos como negativo, más adelante suele resultar ser parte detonante de otra cosa positiva.
Muchas veces se trata de un aprendizaje que no habríamos sido capaces de obtener de no haber sido de esta manera personal tan impactante y que como aprendizaje debería ser agradecido. Es sabido que es difícil que aprendamos de algo que nos ha sido grato, por la sencilla razón que nos dedicamos a disfrutarlo alegremente sin cuestionarnos nada en absoluto; sólo aquello que nos sacude hace que nos detengamos a prestar atención.
Nuevamente, en nuestro interior deberíamos agradecer por el aprendizaje y tomar ese impulso para replicarlo y beneficiarnos en dicha acción, que nos prepara para seguir recibiendo; debemos abrir la mano para recibir, y luego la cerraremos para adquirir su beneficio.
Pero luego de adquirir deberemos abrir la mano para dar y así, con la mano abierta, nos prepararemos para volver a recibir porque nadie puede recibir mientras mantenga la mano cerrada.
Agradecer, entonces, no significa terminar en la palabra “gracias” sino que también implica responder favorablemente como reacción a lo que hemos recibido; así podremos reconocer dicha energía como señal de estímulo que nos guíe hacia hacer algo bueno por los demás y a la vez por nosotros mismos, y así poner en marcha incontables círculos virtuosos. Nos queda por lo tanto, adoptar una actitud positiva, y de buen grado, aceptar y aprovechar el beneficio de saber agradecer.
El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo
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