LO QUE SE SIENTE CUANDO LA VIDA NOS DICE “NO”

La madurez emocional de una persona se evidencia cuando reacciona en esos momentos en que la vida le dice que no; podremos apreciar esta madurez según cómo lo haga. Gran parte de la gente en tal situación sufre una amarga sensación de desilusión, de fracaso, algo así como de pérdida ante un sueño ansiado, de una intención malograda, que suele conocerse como frustración. La frustración es una respuesta emocional muy común y más frecuente en nuestra vida diaria de lo que nos damos cuenta.

Surge como reacción de oposición a eso que representa ese NO, ya sea que provenga de otra persona, de un resultado sobre un proceso tal como dar un examen, o simplemente cuando no encontramos un bendito lugar para estacionar.

Esta clase de hecho resulta en un infeliz desencuentro entre lo que habíamos esperado y lo que realmente sucedió, que nos deja momentáneamente sin fuerzas o en otros casos nos llena de indignación.

Esa contradicción a nuestros deseos está relacionada con la ira y la decepción, ya que percibimos de pronto que apareció una inesperada dificultad, una indeseada obstrucción o al menos una resistencia a que se cumpla nuestra voluntad.

¿CÓMO DEBERÍAMOS ENTENDER AL FRACASO?

Esta frustración nos hace sentir fracasados, siendo que en realidad deberíamos aprender que el fracaso es solamente un peldaño más hacia la consecución del fin deseado.

Si decretamos al fracaso como un obstáculo infranqueable estaremos autosaboteando nuestros objetivos y no podremos continuar por encontrarnos confundidos y sin fuerzas.

De esa forma estaríamos estancando el proceso y esto será peor en la medida en que no comprendamos el porqué y entonces no seamos capaces de obtener ni siquiera un aprendizaje al respecto de tal situación.

LA PROBABILIDAD FRACASO-ACIERTO

En realidad, nunca deberíamos olvidar que el verdadero fracaso sólo está en no aprender nada de los fracasos. Fracasar es normal dado que está dentro de un 50% de probabilidades, ya que si apostamos a cara o cruz, de cada 100 veces que tiremos la moneda al aire es casi seguro que acertemos en un 50% y fallemos en el otro 50%.

Entonces, el primer paso hacia enfrentar con positividad al fracaso estaría dado al aceptar que tenemos tanto la mitad de las posibilidades a favor como la otra mitad en contra. Podemos tomar recaudos en cualquier proyecto que aumente nuestra probabilidad a favor y entonces reducir el procentaje de fracaso.

El segundo paso sería comprender que por tanto deberemos ser cuidadosos y prudentes en lugar de dejar cabos sueltos sin atar, y extremar los recaudos para que el fracaso no suceda.

Como tercer paso, deberíamos tomar conciencia que es necesario adoptar cierto grado de disciplina y organización de los intentos.

¿SER PESIMISTA O SER OPTIMISTA?

Normalmente, ciertas personas optimistas lo tomarán como que probablemente acertaremos en la mitad de las veces, o puede que también algo más, mientras que los pesimistas pensarán por el contrario, que fallaremos en la mitad de las tiradas de la moneda, e incluso en algunas más. Es decir, que ambas actitudes opuestas tal vez están ciertas, pero ya se sabe que el resultado de un fenómeno resultará influenciado por la actitud del observador.

Si bien la actitud optimista parece ser más positiva, seguramente traerá consigo mayor frustración si es que no se da lo esperado y será más notoria que en el caso del pesimista, que aceptará perder como algo más natural.

De aquí que a mayor expectativa, mayor será la frustración, mientras que aceptar se vuelve una respuesta positiva que facilitará un nuevo intento, disminuyendo la sensación de frustración y favoreciendo ponerse en marcha hacia volver a intentarlo.

Y así, poniendo voluntad una y otra vez podrá repetirse y mejorarse la prueba haciendo del fracaso un proceso de aprendizaje que nos lleve finalmente y en forma inevitable, a triunfar.

OTRO ASPECTO QUE PROVEE ARGUMENTOS: LA PROBABILIDAD MATEMÁTICA

Si lo miramos desde el ángulo matemático, la insistencia y aún los fracasos, nos acercarán probabilísticamente al éxito, siempre y cuando respetemos la norma de ir corrigiendo en la medida que vamos aprendiendo a fracasar (Teoría del Error).

De esa forma iremos obteniendo un alto grado de tolerancia a la frustración y además iremos volviéndonos inmunes a los efectos de los intentos fallados, pero deberemos ser persistentes.

Por ejemplo, un niño a quien siempre se le dice que sí, sentirá una enorme frustración cuando algo o alguien le imponga un NO, y causará en él una ira irreprimible así como un resentimiento que irá empeorando con el tiempo volviéndolo un individuo frágil ante el fracaso.

Y además, impidiendo que vaya aprendiendo, madurando y volviéndose exitoso. Este es el caso de las nuevas generaciones de los niños consentidos con poca tolerancia al fracaso, que evidencian su debilidad en rebeldía y mal comportamiento.

Todos sabemos que a aquellos niños que siempre se les ha otorgado todo, cuando son mayores en edad les cuesta sobremanera volverse adultos adaptándose a que la vida no siempre nos dice que SI, con el fin de fortalecernos como los golpes a un hierro calentado en una fragua.

Sin embargo, muchas veces siendo adultos nos comportamos como niños ante la frustración que sentimos debida a un fracaso. E incluso puede verse en ocasiones a adultos haciendo berrinches de niño ante ello.

LA ACEPTACIÓN COMO ACTITUD ADULTA ANTE EL FRACASO

La actitud de ese supuesto “adulto” que todavía no es adulto, será entonces enojarse y resentirse contra el mundo, llegando a veces a ejercer la violencia ante la negativa o por el contrario, a encerrarse en una depresión enojosa de la que será muy difícil poder rescatarlo o ayudar a que se rescate a sí mismo.

El individuo se convertirá en adulto recién cuando comprenda que debe aceptar que la ruleta de la vida no siempre le favorecerá en sus intenciones y elecciones; cuando comprenda que el hecho de fracasar no implica que sea un incapaz sino que solamente no ha completado los requisitos para triunfar.

Así, más fibra adquirirá su adultez cuanto más rápida sea su capacidad de aceptación, más seguro y positivo se volverá a medida que tome a sus fracasos como etapas necesarias en lugar de frustrarse por ellos.

Tal vez suene incongruente, pero enfrentarse a esos NO le volverá cada vez más apto para lograr un SI cuando aprenda a capitalizarlos.

EL FRACASO PUEDE ACERCARNOS AL ACIERTO

Un ejemplo que siempre tengo a mano es el del investigador Thomas A. Edison; este inventor (1847 – 1931) estaba decidido a crear un elemento que hoy conocemos como lamparita, que fuese capaz de convertir la electricidad en luz.

Como buen acuariano este señor era muy tenaz, y cuando sus colegas burlonamente le preguntaban cómo iba en sus adelantos sobre el desarrollo de la lámpara eléctrica, él simplemente respondía: “Ya he encontrado unas 100 formas en las que no se construye una lámpara” puesto que ensayaba incansablemente distintos materiales hasta que encontró el Tungsteno cuya capacidad de soportar las altas temperaturas lo volvió un material ideal para sus propósitos y finalmente, inventó y comercializó su tan ansiada lamparita.

Fijémonos que Edison no tomaba sus intentos fallidos como fracasos sino como escalones en el camino de agotar las posibilidades negativas y así señalar finalmente al constituyente adecuado.

UNA VALIOSA VIRTUD: LA RESILIENCIA

La fibra que distingue a un triunfador de un fracasado es la Resiliencia, es decir, la capacidad de resistir los fracasos pero a la vez, aprender algo de ellos. Edison les llevaba “unas 100 formas de fracaso” de ventaja a sus colegas; él ya sabía mucho sobre lo que no sabía, y eso le acercaba cada día más al triunfo. “Aceptación” y “Resiliencia” son las claves para continuar en el camino al éxito.

Tales palabras exactamente escuché muy definidas dentro de mi mente cuando una vez le solicité compartir su sabiduría al viejo eucaliptus al que me abracé sintiéndome hermanado con la Naturaleza, durante una experiencia mística de meditación hacia comunicarme con el entorno natural y salvaje. Fue más tarde cuando comprendí la enorme sabiduría encerrada en esas dos palabras, inducidas a través del contacto con la esencia viva del árbol, y a través de él, con la Mente universal del TODO.

APRENDE A PREGUNTAR Y LAS RESPUESTAS VENDRÁN EN CONSECUENCIA

Normalmente, ante un fracaso o un hecho que las perjudica, las personas se preguntan “¿Por qué?”. Este tipo de pregunta tiene implicancias muy extensas, como ser la historia del individuo, sus potenciales natales, sus obligaciones karmáticas, su proyecto de vida, las condiciones del entorno, los tránsitos astrales, y así podríamos seguir mencionando los innumerables factores que determinan el “porqué”.

Dicho de otra manera, preguntarse el “por qué” es una pregunta muy difícil de responder en pocas palabras, y por lo tanto, no termina de resultar conveniente porque la explicación resultaría interminable y solamente nos desconcentraría de dar en el blanco.

En mis cursos técnicos de mecánica y electricidad enseño a mis alumnos que sí es importante preguntarse “¿Por qué?” para razonar y encontrar el componente fallado, pero no lo es en la vida cotidiana.

Mucho más sencillo de encontrar la respuesta es cuando uno se pregunta “¿Para qué?”. Este “para qué” está implicando que existe una intención de que algo suceda a partir de lo que anteriormente pasó.

El “para qué” está indicando que se acepta que hay un aprendizaje implicado, que el acontecimiento ha sucedido dirigido hacia un fin, que tiene un sentido, por lo que más tarde se le podrá cosechar un rédito en algún momento futuro. No representa un NO, sino un “vamos a ver…”.

El preguntarse “para qué” implica disponerse en una actitud positiva porque se está buscando un sentido para lo sucedido en el convencimiento de que nos servirá para algo, lo que a su vez señala que hay una predisposición hacia un aprendizaje y por lo tanto es abrirse a una esperanza.

Por otra parte, al haber aceptado el hecho y dejado atrás el fracaso, mirando hacia un resultado futuro implícito en el “para qué”, es como preguntarse: “Y ahora ¿Cómo sigue esta cuestión?” o sea, se está buscando continuidad y progreso, se está averiguando sobre una eventual salida, se está dirigiendo la mirada hacia la luz al final del túnel.

De esta forma, ponemos la vista en la solución y no en el problema, lo que así expresado parece algo trivial pero no es fácil aprender a adoptar esa postura independientemente de las circunstancias.

Por eso, cuando uno sabe hacer la pregunta correcta, la respuesta no demorará en aparecer de un modo u otro y la solución se puede vislumbrar a través de ella. Cuando uno averigua  el “para qué”, ya tiene un elemento a partir del cual decidir hacia un nuevo rumbo que conducirá a conseguir lo que se buscaba, una vez cumplimentada la razón del “para qué”.

De este modo podemos obtener un remedio eficaz contra la respuesta emocional de la frustración y el natural resentimiento ante los fracasos, desviando la energía en juego hacia un canal posititvo.

La cuestión se reduce entonces a reconocer “las 100 formas en que no debemos actuar” que mencionaba Edison con el fin de lograr finalmente lo que queremos. Con el tiempo es seguro llegar a esbozar una leve sonrisa pícara cuando vislumbramos un eventual problema porque se reconoce que allí hay un futuro aprendizaje y un eventual beneficio. Esto nos ayudará a obtener seguridad personal, al enfrentarnos con curiosidad a lo que se siente cuando la vida nos dice que no.

El Sendero Del Ser. Bendiciones. Leo

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