¿Cuánto somos capaces de amar?
Muchas personas buscamos amar; amar significa perseguir a la perfección y a la belleza. Aceptar y brindar, así como recibir, tanto a lo bello, como a lo que no lo es, eso es Amar, con mayúscula.
(Tomado de AMOR y HUMOR, 1.001 frases y reflexiones – Profesor Leo)
Perseguir a la perfección y a la belleza significaba “amar” para los griegos antiguos; este concepto dejaba automáticamente de lado a lo que no se acerca a lo perfecto y a lo bello. De ser así, esta definición nos deja dos caminos:
a) amar muy limitadamente, porque no todo en el mundo se acerca a la perfección y a la belleza; esto posiblemente impida que podamos llegar a amarnos incluso a nosotros mismos.
b) aceptar que todo lo que existe tiene algún grado de perfección y belleza, y entonces, amar a todo lo que existe, a toda la Creación, más allá de nuestros prejuicios y creencias… lo que nos enseña otra manera de amar.
Dar la bienvenida a aquello que no comprendemos, a lo que no nos resulta grato, a lo que no le vemos conveniencia, puede que nos permita vivir una nueva experiencia, de la que podríamos aprender mucho.
Aceptar que cada hecho de la vida puede traernos algo bello, aún estando oculto tras perfiles dolorosos, puede que nos vuelva más sabios; entender que todo tiene una razón de existencia y que solo depende de nosotros encontrarle belleza y justificativo para ser amado, puede que nos vuelva más grandes.
Lograr sentir amor por aquello a lo que nunca creímos que podríamos amar, puede conducirnos a aprender a amar. Disponernos a aceptar para lograr comprender, puede convertirnos en seres especiales y otorgarnos la capacidad de vivir alegres y felices aún cuando no haya un justificativo visible para estar alegre y feliz.
Para las Dimensiones Superiores, no existen los defectos y por lo tanto, todo es correcto; todo es un camino hacia perfeccionarnos. En tal caso, dejaría de tener sentido lo “bello” y lo “perfecto”, por lo que recién entonces nuestro “amar” humano podría llegar a convertirse en Amar, con A mayúscula.
Y eso nos convertiría, sin darnos cuenta… de seres humanos, en Ángeles.