¿Estamos ayudados por nuestros apegos?
Apegarse a algo particular es lo que más se parece a nuestro “amar” humano. Desplegarse e integrarse abiertamente al Todo, es lo que más se parece a Amar. (Tomado de AMOR y HUMOR, 1.001 frases y reflexiones – Profesor Leo)
Esta reflexión me nace de analizar tantos comentarios al respecto que suelo encontrar en Facebook. Según Wikipedia, el apego, es un concepto que se define como una vinculación afectiva intensa, duradera, de carácter singular, que se desarrolla y consolida entre dos personas o hacia un bien en particular…
“por medio de su interacción recíproca, y cuyo objetivo más inmediato es la búsqueda y mantenimiento de proximidad en momentos de amenaza ya que esto proporciona seguridad, consuelo y protección”.
Si lo resumimos, el apego es lo que sentimos hacia alguien o hacia algo con el fin de que ello nos proteja, nos acompañe y nos de una sensación de seguridad. Pero si lo analizamos con cuidado, el apego, no es amor; es un sentimiento de atracción que se genera en la expectativa de que “eso” nos “brinde o nos asegure algo”, como si fuera una cuota de seguro mensual que pagamos.
El apego, entonces, es una vinculación interesada, donde el centro de atracción es la persona que mantiene el apego, por sus intereses propios.
¿Pensamos que nos proporciona seguridad? Bueno, eso es lo que generalmente creemos, que estamos más seguros cuantos más apegos tenemos, siendo que no tomamos en cuenta que esa dependencia nos hace vulnerables (¿qué sucede cuando los perdemos?), o sea, que tiene el efecto contrario a lo que estábamos buscando.
Se me presentan diversos apegos perjudiciales, como ser la dependencia del cigarrillo, del alcohol, de la droga. También a veces hacemos lo mismo con las personas que nos rodean; las esclavizamos por medio de considerarlos “nuestros”: nuestros hijos, nuestras mascotas, nuestros familiares, nuestro cónyuge, nuestros amigos… todos ellos SON NUESTROS.
Ellos nos dan la sensación de la seguridad buscada. Nos cobijamos en ellos, sin notar que puede que los estemos asfixiando. Hasta que un buen día nuestros hijos se independizan y se mudan lejos, nuestras mascotas se mueren, nuestros familiares tienen que ocuparse de sus propios problemas, nuestro cónyuge se cansa de nosotros y nuestros amigos mutan hacia otros intereses.
En ese momento, nos quedamos sin apegos, nos sentimos desnudos, desprotegidos, carenciados, deprimidos, amargados, decepcionados… y allí entonces se presentan diversos efectos negativos, como el miedo, la frustración, el dolor, la soledad, hasta el rencor cuando recordamos que “mirá lo que yo hice por Fulanito y como me pagó”.
Bueno, si uno dice que “Fulanito me pagó”, es que entonces lo que uno le daba a Fulanito no era de corazón, tenía el interés de que Fulanito permaneciera atado por causa de haber recibido o por estar en deuda; y que eso lo obligaría a que algún día tuviera la obligación de restituírlo.
Cuando en realidad tal vez Fulanito/a haya recibido algo que quizás ni siquiera nos pidió, pero que le dimos en la esperanza de que eso lo mantuviera atado.
Eso no fue generosidad, eso fue egoísmo. Si yo hubiera dado de corazón, hoy no recordaría siquiera, lo que le di en ese momento. Y permitiría, de buen grado, por verdadero amor a Fulanito o Fulanita, que él/ella tomara el camino que su Plan de Vida le indicara para su mejor crecimiento y felicidad. Y además, yo estaría muy contento de que así fuera, feliz porque a Fulanito/a le fuera bien.
Lamentablemente, el amor humano se vicia de estos procedimientos; aprender a soltar, a dejar en libertad, es justamente lo contrario a lo que se acostumbra. Y entonces, allí tendremos la seguridad de que si Fulanito/a se vuelve a acercar a nosotros, es porque quiere hacerlo, porque se siente feliz de acercarse.
Pensemos por un instante si el Maestro Jesús, cuando estaba en la cruz, estaba recordando todo lo que Él hizo por todos los que ayudó, con el fin de que vinieran a sacarlo de esa situación. Al contrario, Él despidió a sus Apóstoles e incluso pidió perdón a su Padre por otros “que no sabían lo que hacían”, esos otros que lo estaban torturando.
Desplegarse en lugar de aferrarse, integrarse abiertamente, a dar la bienvenida a TODO, lo que sea, pero con el corazón, eso se parece mucho a Amar, con A mayúscula. Y a eso nos acercaremos en la medida en que vayamos comprendiendo cuanto es lo que pesa y cuanto nos dificulta el llevar con nosotros encima todos esos apegos, que en definitiva… ¿nos sirven para algo? Tal vez serviría reflexionarlo… Profesor Leo.