El espejo en el amor
Miré hacia el Sol y le pregunté:
—¿Por qué a veces me acaricias, pero otras veces, me quemas?— y el Sol me respondió:
—¿Por qué a veces tú haces lo mismo con tus semejantes…? Tal vez allí encuentres la respuesta. (Tomado de AMOR y HUMOR, 1.001 frases y reflexiones – Profesor Leo)
“La pareja es una gran maestra” me respondieron mis Guías Espirituales cuando les pregunté el porqué de los conflictos en la pareja. Como si fuera un espejo en el que podemos vernos y encontrar la respuesta… como que “yo soy tú y tú eres yo”. Un espejo donde podemos ver en el otro lo que no podemos ver en nosotros mismos.
Donde podemos ver que a veces, queriendo acariciar… quemamos. Sin la menor intención, pero lo hacemos. Tal vez el otro no está en condiciones en ese momento de responder favorablemente, así como nosotros mismos muchas veces no lo estamos.
Y paradójicamente esto suele darse en parejas que sienten mucho amor entre ellos. Entonces… ¿Cual es el problema?
El apego. El apego encierra, aprisiona, ahoga… y el amor, necesita libertad para respirar sin ahogos. El amor (cada día más) se está haciendo dueño de su tiempo, de su manera, de su espacio. ¿Por qué?
Porque cada una de las partes involucradas necesita una porción de tiempo para interiorizarse en sí mismo. Ir a hacer las compras todos los días, tomaditos de la mano, corresponde más a un sueño ideal que a una realidad actual. ¿Significa amarse más como pareja, o solo apoyarse en el otro, poner los ojos en el otro para no tener que ponerlos en uno mismo?
Cada uno tiene el derecho y el deber de velar por sí mismo, por su propio Yo, para crecer, para auto-reconocerse, para valorarse, para amarse. No es todo dar amor, sino también, darse amor. Es un mecanismo cada día más necesario, a medida que van llegando los tiempos de la Verdad en los que cada ser enaltezca a su Ser.
Debo saber “cual es mi verdad”, debo identificarme, debo conocerme, necesito tiempo y concentración para lograrlo…
Debo probarme a mí mismo que soy capaz, que existo, que tengo un propósito más allá de amar a mi pareja. Debo realizarme, debo manifestarme, debo expresarme, debo ser creativo y reconocerme a través de mis frutos. Y si alguien no me deja hacerlo (porque necesito hacerlo en soledad) en lugar de acariciarme… me está quemando.
En lugar de enaltecerme, me está humillando, porque no me deja “ser”. Más allá de lo que me ame y de l@ ame. Precisamente por amor, es que yo debo auspiciarl@ para que aprenda a amarse, y la otra parte debe permitirme que yo pueda reconocerme como parte del TODO y amarme, porque así estoy amando al TODO y no solamente a quien me ama.
Con alegría debo asegurarme que la otra parte se ama más a sí mism@ que lo que me ama, aunque a simple vista no parezca sensato. Eso, si es que siento que la amo tanto como lo tanto que me amo a mí mismo.
Porque hemos sido enseñados a amar pero no a amarnos a nosotros mismos, y es por eso que interferimos constantemente con el otro, con su búsqueda, con su misión.
“¿Cual es mi misión?” es la típica pregunta de consultorio. A la que siempre respondo con las mismas palabras: “aprender a amarte a ti mism@”… primero que todo. “Pero yo soy feliz amando a los demás…” siempre me responden.
“¿Das todo tu amor a los demás?” yo pregunto.
“Por supuesto, ¿no es eso amar al prójimo?”
“Amarás a tu prójimo como a ti mism@” respondo… “¿Cuánto te amas a ti mism@? En la misma medida es que puedes amar a los demás…”.
Silencio…
Siempre la misma pregunta, y siempre la misma respuesta. Muy pocos han comprendido que sin amarse a sí mismos, sin respetarse a sí mismos, es muy poco lo que pueden hacer por los demás. Que su amor es muy poco lo que vale en esas condiciones.
Y que tendría mucho más valor su caricia si han aprendido a valorarse, a respetarse, a conocerse, a dimensionarse, a enaltecerse… a identificarse como parte del TODO para poder amar en equilibrio. Porque en realidad, el amor está en el TODO… y sólo en el TODO está el verdadero amor.
Al menos, así lo siento yo. Hasta el próximo post. Profesor Leo.